Bien está lo que bien acaba y este periplo toca a su fin. Rioja cada vez más cerca y los mercurios mucho más altos, la España húmeda dejó de verdear a mis ojos, ancha es Castilla y procede una etapa en Salamanca, que anda de feria y que no está nada mal. Pasear por la Rúa Mayor desde Quintana, bajar hasta el convento de las Dominicas, ver el Tormes desde la atalaya helmántica y rematar en ese rompeolas que es la Plaza Mayor reconforta el ánimo. Echar el día en un rincón como éste, españolísimo sin fisuras, es un soplo de aire puro y punto de inflexión en un viaje inolvidable, que si lo bueno es breve, dos veces, o tres, bueno. Tocaba ayer un buen cartel en La Glorieta, con Ferrera, Talavante y Cayetano, y se hablaba de toros en las innumerables tabernas que sobreviven en esta ciudad plagada de belleza y de historia, de tradición y de erasmus. Salamanca.
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