Sonaba rotundo en sus sonidos negros el eco de Caracol desde las catacumbas y a mí se me encogieron los adentros. El milagro venía del corazón acaramelado del chiquillo de Rancapino como pase de la firma a una sesión para el recuerdo. Estábamos en la entrega del Compás del cante, ese suceso que se ha erigido de pleno derecho en el Premio Nobel del flamenco, y la noche volaba de hito en hito, y todo merecía muchísimo la pena. El principal homenajeado era Rafael Riqueni, ese genio de la guitarra reencontrado consigo mismo y que se agarra a la sonanta con el objetivo único de amar a Sevilla. Antes ya nos habíamos deleitado con la técnica del jerezano Manuel Valencia a la guitarra y con el baile de la granadina Patricia Guerrero, que nos lleva hasta los mismísimos adentros de Eva la Yerbabuena. El duende estaba de jornada intensiva, pero cómo suena Caracol...
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