ARCADIA feliz es lo que ha levantado José María del Nido desde una deuda que atemorizaba a todos y que él calificó de calderilla. Todo es felicidad en un club que ha hecho de la venta una forma de vivir que le permite una vida cada día mejor. Y sólo le faltaba al racial abogado el campanazo del domingo en Chamartín para que la Junta General no sólo fuese una balsa de aceite sino un acto de reconocimiento a su persona. A su persona y también, por supuesto, a ese equipo que con tanto talento ha estructurado y que está llevando al centenario club de Nervión a las cotas que desde siempre soñaron sus seguidores.

Cinco títulos componen una extraordinaria línea crediticia, que en fútbol lo que verdaderamente importa es que el equipo gane. Y el Sevilla ha ganado y está ganando mucho, que si había descontentos con la andadura en el campo de juego, lo del domingo en el coliseo de la Castellana ha sido como una renovación de intenciones. Por cierto que se da el caso de que el Sevilla ha vuelto a proporcionarle trabajo al hombre que lo llevó a lo más alto, a ese Juande Ramos que ahora se ha recolocado gracias a que el equipo que él dejó tirado ganó en el coliseo de la Castellana para que fuese el último día de cierto alemán que vivía allí a contraestilo y siempre enfurruñado.

Pero sigamos en lo que estábamos, en esa especie de Arcadia feliz que Del Nido ha construido a su alrededor. Cuando reapareció en escena y aunque ya había cuajado ante el sevillismo un quite del perdón en aquella asamblea de mayo del 97, la de "atención, hay un hombre armado en la sala", el personal lo miraba de reojo y lo de que la deuda era calderilla se tomaba como un rapto de optimismo en un optimista crónico como José María. El tiempo le ha dado la razón, ha construido una Arcadia feliz en Nervión, nadie puede cuestionar una gestión tan modélica y, por si fuera poco, el equipo golea en el Bernabéu antes de comparecer ante el sevillismo. ¿Quién da más?