DON Ajuste no se marcha. Ni acaba su misión ni se va de nuestras vidas. Gorrón en toda regla, educado por Doña Mentira y vestido a la última moda por Los Mercados, está chupándole la sangre a la economía española en lugar de practicarle una transfusión y un trasplante. Pertrechado por un inagotable cargamento de anuncios tranquilizadores y desmentidos de temporada, que a la siguiente campaña son tan reversibles que se venden como globos sonda de lo peor que está por venir. El último es de esta guisa: donde dije que el empleo iba a empezar a crecer, ahora digo que el desempleo va a alcanzar la cifra de cinco millones de afectados. El único ajuste atado y bien atado es el del lenguaje, para prejubilar a la gramática y al diccionario. No vaya a ser que junten palabras y significados de veras para formar oraciones que enmarcar en telas de pancarta.

Doña Desaceleración fue la primera modelo elegida para desfilar en la Pasarela Crisis. Tenía que proteger a su inmensa prole, las Viviendas de Más, y a sus desalmadas primas, las Hipotecas. Todas militantes del Club de las Plusvalías. Cumplió su artero cometido: disimular el valor real de precios ficticios.

Cuatro años después de reventar la burbuja inmobiliaria, y tres después de admitirlo, Don Ajuste sigue centrado en labores de disimulo. Todavía está manga por hombro la reapertura del crédito en el sistema financiero, con cajas tan agujereadas que se ofrecen como saldo al Partido Comunista Chino.

Por dolorosas que sean la terapia y sus consecuencias, el cáncer de nuestra economía no se anula mientras que las viviendas cuyo precio subió un 200%, no bajen al menos a la mitad. El coste del metro cuadrado sólo ha descendido en tres años un 15%. Todavía se quieren vender a precio boom de 2008. Todavía computan en los activos con un valor imposible. Igual que el de reintegro de sus hipotecas, y de los créditos renegociados, en efecto dominó. Todavía seguimos más dedicados a engañar a la crisis que a resolverla.