Cuando da la hora nona en todos los relojes, cuando sea la canónica hora de la Misericordia, el cielo se ennegrece y la tierra tiembla porque todo se ha consumado. Viernes Santo en Sevilla, en esta Jerusalén por siete días que vive como ninguna la Pasión. Cuando estos papeles lleguen a sus manos, los vencejos habrán revoloteado ya por la vertical del Señor y la Macarena embocará sin prisas el rumbo hacia esa Vía Dolorosa que es Parras. La Pasión según Sevilla en su apogeo mientras se añora San Román por los del bronce y el Altozano se desboca recibiendo a su Reina. Viernes Santo que cabalga gozosamente enlutado sabiendo que este drama tiene final feliz. Por eso, cuando el Gran Almirante de la Armada Trianera agonice por Sevilla y muera en el Zurraque, el dolor no tendrá nada que ver con el que siente Sevilla cuando se funde a negro tras la Soledad.
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