Primera oportunidad para ese quite del perdón a que el Sevilla está obligado. Primera ocasión con la que cicatrizar heridas demasiado dolorosas y que demandan una cauterización por vía de urgencia. Ya ha dicho Vincenzo Montella, el hombre que la lleva y que debiera entenderla, que lo de recomponer la situación pasa por un arreglo de la psique. Y en ello anda desde la catástrofe de la sabatina de Reyes, en el arreglo de los cables.

Catorce puntos es la distancia con que el Sevilla mira a su rival de esta tarde en terrenos del zorro, que es lo que en euskera significa Mendizorroza. Y en Mendizorroza espera el equipo babazorro, con lo que nos estalla en la cara una buena dosis vulpejiana. El Alavés, al que allí llaman El Glorioso, mejoró de forma espectacular, tras las aventuras llenas de extravagancia con el argentino Zubeldía y el italiano De Biasi, con la llegada del astur y muy coherente Abelardo.

Tanto mejoró que ya tiene cerquita salir de la zona de descenso, lo que le hace bastante más solvente. Además, el Sevilla puede encontrarse con un plus de dificultad añadido, el de colisionar con el General Invierno, inconveniente que estará esta tarde bien presente en la cancha vitoriana. Pero es mucha la distancia aun cuando uno esté en alza y el otro en baja. Catorce puntos no son cualquier cosa, sino algo tan real como la distancia auténtica entre un plantel y otro.

No puede salir el Sevilla de esta cita sin nada que no sea los tres puntos en liza. Eliminatoria copera aparte, ha de aprovechar el valle que le presenta el calendario, justamente ese valle que le permitió en tiempos gozosos de Berizzo la hazaña de lograr un arranque como ningún otro en su vida. De aquello apenas queda algo, Berizzo es tristemente historia y el equipo tomó una deriva equivocada, pero no queda otra que asirse a ese quite del perdón que se le brinda en Vitoria.