Se busca asesor cultural

Sería deseable una política cultural en Sevilla que, sin hacer seguidismo de la anterior, al menos nos ahorre las ocurrencias

Pareciere como si el alcalde, en estos primeros meses de mandato, se hubiera salido de la pista en la curva menos pronunciada. Ni la limpieza, ni la seguridad, ni los apartamentos turísticos… ¡la cultura! ¿No hay por ahí alguien que asesore a este hombre en materia cultural? Pues no lo parece, aunque a mí se me ocurren varios nombres que, no digo que lo iguale al perfil cultureta del anterior, pero al menos le evite los sonados traspiés que lleva dados en la materia. Empezó la cosa ya antes de las elecciones, cuando lo del traslado del Museo de Bellas Artes al edificio de la Fábrica de Tabacos. Una buena idea, en abstracto, con el único problema de que es irrealizable en la práctica, sobre todo cuando uno no es propietario ni del edificio que alberga el museo actual, ni del que se pretende como nueva sede, ni tan siquiera de los cuadros que han de exhibirse. Una propuesta que puede ser objeto de maduración y debate, incluso de algún simposio subvencionado, pero que ofrecido como materia electoral es sencillamente irrelevante.

Continuó con la cancelación el festival de Cine Europeo de Sevilla, que se viene celebrando anualmente desde 2004, por la coincidencia en fechas con la gala de los premios Grammy en la ciudad, si bien hay que decir que aquí el alcalde tuvo reflejos y supo rectificar a tiempo, algo siempre de agradecer. Nunca fue el cine un campo especialmente cómodo ni agradecido para la derecha política (no digamos la sociológica), por lo que la pronta reunión con los agentes del ramo para ordenar su celebración en fecha tuvo la doble virtud de arreglar el desaguisado, por un lado, y mostrar una sensibilidad para un sector, el Cine, con bastantes más adeptos que los que no van a una sala desde Tiburón se empeñan en transmitirnos.

El último episodio está vinculado con el edificio de las Atarazanas y la propuesta de convertirlo en museo de arte contemporáneo, como si no hubiera ya uno en un sitio emblemático y necesitado de uso aunque, cierto es, quede un poco a trasmano. No incidiré en la esfumación del proyecto de Caixa Forum dentro de esa tragedia urbana que es la malhadada Torre Sevilla, ni en opiniones mucho más versadas que la mía que abogan por acercar el imponente astillero del Arenal a la memoria de América y del río, pero sí sería deseable una política cultural que, sin hacer necesariamente seguidismo de la anterior, al menos nos ahorre las ocurrencias.

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