Recuerdo con nostalgia cómo Rocío Jurado inauguraba en septiembre de 1991 el auditorio que hoy lleva su nombre en vez de llevar el de la sevillana Juana Reina. Entonces nos encontrábamos con un recinto moderno y cómodo, pero hay que ver cómo se ha notado la desidia y el paso del tiempo. La otra noche fuimos a un concierto de dos artistas que tienen en el intimismo una de sus virtudes principales. Cantaban Pasión Vega y la israelí Noa, y mientras más discurría el espectáculo más incómodos estábamos y más sufríamos lo desangelado de dicho auditorio. Nunca jamás habíamos sentido un ambiente más desangelado y no sé si por la distribución que se hizo de las incómodas sillas o por lo abierto de un recinto sin nada en sus costados. Por si fuera poco no instalaron pantallas y más que ver a Pasión y a Noa, las adivinábamos minúsculas, lejanas y qué frío todo.