Un hombre honrado

En nuestro corazón de aficionado siempre quedará un rincón para José Luis Mendilíbar

No pretende este ser un artículo de fútbol. Bastantes buenos profesionales hay en la ciudad, y en este periódico en particular, que analizan con meticulosidad y rigor las vicisitudes de nuestros equipos y de los que viven de esto. Si acaso, sobre las miserias del fútbol, donde la honradez no es precisamente una de las virtudes que más cotice.

Hace apenas seis meses los sevillistas nos tentábamos la ropa en medio de una liga mal enfocada y peor encarrilada, que había dado boleto ya a dos entrenadores, cada uno a su manera, bien pagados de sí mismos. Fue entonces cuando llegó un preparador vasco de poco renombre entrado ya en años, del que algo sabíamos por su dilatada trayectoria en equipos sobre todo del norte, curtido en ese fango de las bajuras de la tabla del que sólo se sale a base de patadas y balonazos. Su rostro curtido como de hombre de campo y sus maneras llanas nos recordaban un poco al Manolo Cardo de nuestra niñez, y ni el más optimista esperaba otra cosa que salvar la nefasta temporada.

Sin embargo, aquel hombre del que todos habíamos dudado (la soberbia, ya se sabe, es también aquí pecado capital), con sus cuatro ideas simples y llamando a las cosas por su nombre, en apenas un mes enderezó el rumbo de aquella nave a la deriva hasta perder de vista el fantasma del descenso, y de propina nos metió en otra final europea llevándose por delante a varios transatlánticos del fútbol. Los mismos que en Semana Santa no paraban de rezarle a todas las vírgenes en cada esquina, por Feria andaban cuadrando los números para llevarse a la parentela a Budapest.

Hoy, cuando ni siquiera se ha ido el calor de la ciudad, el responsable de tanta alegría está ya sin empleo en su casa. Cuentan que una de las razones por la que vino es que, cuando los directivos buscaban desesperados entrenador, fue el único que no puso objeciones a firmar sólo por lo que restaba de temporada, lo mismo que, cuando se le renovó sin demasiado entusiasmo, aceptó hacerlo por un año. Paradójicamente, esas facilidades otorgadas al club que ya nadie está dispuesto a dar han sido la primera razón para su pronto y barato despido. En este híper mercantilizado fútbol, por lo visto, no se puede ir de modesto. Por supuesto que habrá cometido errores, y existirán otras razones que no conocemos, pero en nuestro corazón de aficionado siempre quedará un rincón para José Luis Mendilíbar, un hombre honrado.

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