Ramón Ybarra

Siempre con una sonrisa amable, siempre con la frase justa en el momento adecuado, transmitía vitalidad y optimismo

Me unían con Ramón Ybarra Valdenebro muchas cosas: su afición entusiasta a la fiesta de los toros, el interés a la vez culto pero apasionado por nuestras mejores tradiciones, Sevilla, El Puerto, el Aero, nuestro equipo… Siempre con una sonrisa amable, siempre con la frase justa en el momento adecuado, transmitía una vitalidad y un optimismo marca de la casa que en esta hora triste parece como un oxímoron al lado de esta sociedad antipática y desorientada que se nos está quedando. “Pero Ramón, si vamos los decimoséptimos…”, le decía yo medio en broma cuando me llamaba para contarme entusiasmado lo contentísimo que estaba con el delantero nuevo de la cantera.

Tenía una cualidad Ramón que no se le ha reconocido demasiado, pero que yo siempre le admiré: la misma simpatía y saber estar que mostraba con tantos visitantes ilustres de títulos larguísimos a los que atendía con la elegancia exquisita del mejor anfitrión, la mostraba con el costalero de la quinta trabajadera del palio de su virgen de La Candelaria. Su buena presencia, educada y cosmopolita, no estaba reñida para nada con la sencillez. Como su padre, el recordado Ramón Ybarra Llosent, siguió ejerciendo en la cofradía de la familia esa labor callada del asesoramiento y la ayuda cuando se le ha necesitado que, como cualquiera que sabe de lo que hablo conoce, no han sido pocas las veces. Sin buscar más protagonismo del que en justicia merecen los que llevan toda la vida al servicio de la hermandad, allí estaba el pasado viernes, como yo lo he visto otros años, el abrigo azul y aquella sonrisa orgullosa de nazareno antiguo, leyendo la última estación del viacrucis antes de que la imagen del Señor de la Salud se pierda entre nubes de incienso en la iglesia de San Nicolás.

Se han destacado estos días muchas virtudes de Ramón, tanto personales como profesionales, todas ciertas. Desmintiendo la presunta incompatibilidad entre el carácter emprendedor y la tradición, al lado de su hermano Enrique han puesto Sevilla en el mapa con su empresa líder en el negocio del turismo. Ya no podré sentarme a su lado como me gustaba en nuestras reuniones del Aero para aprender de su visión seria y sensata sobre lo que se ofreciera, pero siempre le recordaremos como el ciudadano ejemplar que siempre fue, defendiendo los valores de sus mayores y que tanto se echan de menos en un mundo que, gracias a personas como él, siempre será un poquito mejor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios