La ciudad y los días

Carlos Colón

La ley del más chulo

EL cabrón aceleró para que el ruido del tubo de escape cortado de la moto atronara aún más la pacífica urbanización, sumida en el silencio de una plácida mañana de agosto. Atravesó como una exhalación la calle secundaria sin salida, prácticamente un aparcamiento y un patio de juegos, continuó por la acera, atravesó un jardincillo y embistió una amable alameda peatonal en la que se sientan los abuelos a charlar mientras ven jugar a sus nietos. Para dejar claro quién mandaba allí, al enfilar la alameda hizo un caballito.

Avasallar así el silencio a lomos de la chulería convertida en moto, asaltar así la tranquilidad de una pacífica mañana y poner así en peligro la vida de quienes puedan atravesarse en su camino es una forma cotidiana de fascismo propiciada por la perversa mezcla de déficit educativo y déficit de autoridad. Es sabido que a mayor nivel educativo, menor necesidad de represión -"¡educad la cabeza del hombre del pueblo y no tendréis que cortarla!", clamaba Víctor Hugo-; y que a menor nivel educativo, mayor necesidad de represión. Por lo que también es sabido, aunque en nuestro país estemos empeñados en ignorarlo, que la paralela mengua de la educación y de la represión conduce a una situación en la que se imponen por la fuerza quienes, además de ser incapaces de reprimirse, no son reprimidos y se saben impunes.

Puede ser el cabrón de la moto. Pueden ser los chulos que el otro día vi encararse con unos ancianos que les recriminaron por circular en esta misma urbanización a una velocidad asesina. O, en un caso límite, pueden ser los tres menores de entre 14 y 17 años que golpearon, provocándole la muerte, al marido de la alcaldesa de Esparreguera porque, según algunos testigos, salió en defensa de una mujer a la que estaban increpando. Esta vez no se trataba de un maltratador adulto, como en el caso de Jesús Neira, sino de chavales de entre 14 y 17 años. Eso sí, uno o dos de ellos (las informaciones discrepan) con antecedentes policiales. Me gustaría saber por qué, qué pena les fue impuesta y cuál les acarreará esta agresión con resultado de muerte cuando sean juzgados. Supongo que, teniendo antecedentes, no ignoran que en España tener menos de 18 años casi equivale a ser impune: la Ley del Menor, ya saben. De momento, han sido acusados de homicidio imprudente. El imprudente, tal y como están las cosas, fue la víctima por recriminar a los gamberros. Olvidó, llevado de su sentido del deber, que en nuestras calles rige cada día con más fuerza la ley del más chulo. Total, ¿qué se juegan? ¿Qué educación les hace reprimirse? ¿Qué autoridad les reprime?

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