PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

La solidaridad como escaparate del artisteo

DEL 10 al 20 de diciembre, entre el gran puente Constitución-Inmaculada y antes de Nochebuena, Sevilla y provincia son territorio de la solidaridad. Se cuentan por centenares las iniciativas benéficas. Chaparrones de ayudas por aquí o acullá en cada barrio, tan bien recibidas como las lluvias de ayer. Después llega el 22-D con el sorteo de Lotería, y a quien San Ildefonso se la dé, Hacienda se la bendiga. El Gordo y sus décimos generan colas que tienen un pase moral porque a nadie se le obliga a jugarse los cuartos. Bien distinto es el bombo con las viviendas de protección oficial que se construirán en el Porvenir. La estética lotera rechina con el derecho constitucional a la vivienda. La mayoría absoluta de los no agraciados tiene el mismo derecho a un hogar que puedan pagar, y dejar de ser los figurantes de la ceremonia de la suerte con notario. Entretanto, va a seguir bajando el precio de las viviendas de renta libre, según el muy fiable Servicio de Estudios del BBVA. Tan inflados estaban que le han estallado en la cara a culpables e inocentes.

En la espectacular concentración de actos benéficos a lo largo de la presente semana, sobresale la ubicuidad de cantantes y humoristas del sector folclo-cañí, capaces de estar en dos sitios la misma noche. Hacen visibles las causas que se pretenden paliar, ofreciéndose de reclamo para llenar la hucha solidaria, y se hacen visibles a sí mismos... como un sector que se resiste a desaparecer del escaparate social.

Para cualquier artista, lo peor es quedarse en su casa una noche sí y otra también. Con mono de escenario y de aplausos. Sevilla es una de las mayores canteras españolas del artisteo que antes tenía terreno abonado en las llamadas salas de fiesta, en los teatros privados, en los programas radiofónicos, en los espacios televisivos de variedades. La mayor parte de esas puertas se les han cerrado, su peligro de extinción es anterior en el tiempo al que ahora amenaza a la venta discográfica por las descargas en internet. Apenas quedan empresarios y productores enraizados con esos estilos de la música y el gracejo, la industria del entretenimiento masivo por la pequeña pantalla prima ahora la actuación de quienes se gritan su vida privada, y, para más inri, los ayuntamientos no tienen dinero para contratarlos durante sus ferias. Imaginen el grado de anonimato que pesaría sobre ellos si no estuvieran dispuestos a alegrar galas benéficas.

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