SEVILLA se queda sin bisagras políticas. La decantación cada vez mayor del voto hacia el PSOE o hacia el PP nos encamina hacia próximas contiendas electorales en las que ambos sólo podrán crecer en votos de tres modos: si se los quitan entre ellos, si menguan la abstención de los cercanos ideológicamente y desmovilizan a los antagónicos, y si encandilan mejor a la nueva leva de jóvenes que debute ante las urnas. Porque apenas queda ya algo que rebañar de lo que otrora fueron cosechas de votos para andalucistas, comunistas, ecologistas, franquistas o republicanos.

Los dos grandes partidos suman en la capital el 87% del voto válido. Hace 12 años, el bipartidismo aglutinaba el 70%. A este ritmo, Izquierda Unida se quedará sin concejales en Plaza Nueva dentro de tres años (con Lolo Silva se lo ganan a pulso) y sólo habrá socialistas y populares. Vamos hacia un modelo a la (norte) americana en el que se reformará la apelación al voto útil, pues la mayor parte de la población no optará entre opciones de sesgo similar, sino entre los que se enfrentan cara a cara durante 4 años. Satélites y lanzagranadas mediáticos incluidos. Las estrategias serán otras. No sé si harán el Trasvase del Ebro, pero iniciarán las obras para los trasvases PSOE-PP y PP-PSOE

El único partido que va a contracorriente y podría romper este esquema es el de Rosa Díez si ocupara una frontera sociológica entre PSOE y PP, pero objetivamente es dificilísimo.

Aún más fuerte que el bipartidismo es la división política de los sevillanos según el distrito, el barrio o la calle en que residen. Los de Triana, Sur, Bellavista-Palmera y San Pablo-Santa Justa son los únicos en los que un partido no gana con más del 50%. Pero si segmentamos el resultado según los colegios electorales, el vencedor en cada uno ronda el 70% de votos a favor, como sucede en bloque en distritos como Los Remedios, Macarena Norte y Cerro-Amate.

No hablemos de bandos, que trae malos recuerdos.