ESTA semana vamos a asistir por enésima vez a la devaluación presupuestaria del voto andaluz en el Parlamento de la nación, la única, la de todos. El aval de la mayoría absoluta le reporta a Galicia 125 millones de euros extras en inversiones para infraestructuras, y al País Vasco 85 millones extras para la llamada I+D+i, que no es Ibarretxe + Deia + independencia, sino inversión contante y sonante en investigación + desarrollo + innovación. La ecuación de la nueva economía para generar empleo más provechoso que el creado igual de rápido que se destruye cuando alicatamos España de costa a costa.

El cheque a gallegos y vascos, con el BNG y el PNV ejerciendo primero de conseguidores y después de notarios vigilantes, se suma a los compromisos ineludibles con la Generalitat para derivar anualmente más inversiones a Cataluña tal y como se pactó con el nuevo Estatut. Por lo tanto, los presupuestos de la obligada austeridad, con la firma de Zapatero y Solbes, lo serán más para comunidades como Andalucía, la gran cantera de los diputados socialistas a la hora de configurar su mayoría, por no ejercer de grupo parlamentario con la capacidad de ser bisagra chantajista.

Nuestro voto renta tan poco que todavía se baila la milonga de la deuda histórica, ya prehistórica porque se remonta a los tiempos en que no había internet, telefonía móvil, airbag, termomix, cerveza sin alcohol y fútbol de pago en televisión. Es patético el discurso político de los diputados sevillanos (cuando hablan, porque lo habitual es que estén callados para no molestar a sus jefes) para justificar que Sevilla sale bien librada en las asignaciones presupuestarias. No resisten ni la prueba del algodón. Con Suárez, con González, con Aznar y con Zapatero, el peaje siempre lo han cobrado las mismas comunidades. Dos diputados del BNG, con 209.042 votos, tienen más fuerza que 61 diputados andaluces, de los que 36 son del PSOE apoyados en 2.312.900 votos. Otro año igual.