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El hombre arrodillado | Crítica

La Transición impugnada

Agustín Gómez Arcos.

Agustín Gómez Arcos. / D. S.

De forma meritoria, la editorial Cabaret Voltaire lleva desde 2006 difundiendo la obra del español y afrancesado Agustín Gómez Arcos (1933-1998). De familia republicana y nacido en Enix (localidad del poniente almeriense), ya en los años 60, castrado por la censura franquista, decidió autoexiliarse primero en Londres y luego en París, donde escribirá sus novelas en francés y donde será admirado y valorado por la más alta cultura gala (el presidente Miterrand fue uno de sus rendidos lectores).

Similar y a la vez distinto, el perfil de Gómez Arcos podría recordar entre bastidores al de Jorge Semprún. Quiere decirse que en España su figura estuvo siempre condicionada por su doble condición de autoexiliado y de autor de temas molestos que escribió en francés (una excusa que sirvió para la socorrida ignorancia española durante años). Cabaret Voltaire ya ha publicado del autor El cordero carnívoro, María República, Ana no, Escena de caza (furtiva), La enmilagrada, El niño pan, El hombre quemado vivo y este último El hombre arrodillado (aparte, también se ha editado su Poesía. Obra completa). Por fortuna, el autor es ya conocido en España y sus novelas cuentan con reediciones periódicas.

Quien lee por vez primera a Gómez Arcos lo recuerda en clave de acontecimiento

Quien lee por vez primera a Gómez Arcos lo recuerda en clave de acontecimiento. Y no desmerecemos la hipérbole. El hombre arrodillado es toda una impugnación de la España de la Transición que, poco a poco, iría ahormando lo que se dio en conocer como los años transgresores y europeizantes de la Movida. El autor la escribió aprovechando una estancia en Madrid en los ochenta. Detectó en la sociedad española algo parecido a lo que apreció Max Aub mucho antes cuando visitó España de incógnito (lo peor, dijo, no era que no hubiese libertad en la España de Franco, sino que no se notara su falta).

Con su habitual toque tenebrista y su plástica verbal, la novela cuenta las andanzas de un menestral que huye de las cuencas mineras del norte, abandonando esposa e hijo, y deja atrás el recuerdo de un amante (la homosexualidad del autor suele merodear por su obra). Llega a Madrid como pedigüeño, en aquella capital donde también se está gestando la cultura del pelotazo y una forma grotesca de la burguesía. También aparece una ciudad costera tomada por el turismo y el contacto con una extraña secta ultracatólica.

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