Teatro

'Tan solo el fin del mundo': siempre se está volviendo a la casa de la infancia

Eneko Sagardoy en ‘Tan solo el fin del mundo’, la adaptación de la obra de Jean-Luc Lagarce.

Eneko Sagardoy en ‘Tan solo el fin del mundo’, la adaptación de la obra de Jean-Luc Lagarce. / Vanessa Rabade

En la prolífica obra que dejó pese a su juventud Jean-Luc Lagarce (Héricourt, 1957–París, 1995) destaca una de sus creaciones, Tan solo el fin del mundo, y no sólo por la enorme repercusión que tuvo tras la muerte del autor: fue el texto que escribió el dramaturgo francés tras conocer que era portador del VIH, y en el que reflexionaría, impactado por la noticia y apremiado por la amenaza de la enfermedad, sobre el peso de las raíces, el desorden de los afectos, los zarpazos que genera toda convivencia. Louis, el protagonista, regresa a la casa familiar que abandonó con un propósito: ejercer de mensajero y anunciar su próxima, inminente muerte. Pero en la visita serán los otros quienes hablen principalmente, y en aquella vivienda se desborde una cascada de recriminaciones y recuerdos. El montaje que dirige Israel Elejalde y que protagoniza un reparto encabezado por Eneko Sagardoy (Louis) y María Pujalte (la Madre) llega este fin de semana –viernes y sábado, a las 21:00– para mostrar la vida en todo su dolor, en su herida belleza.

Cristina Vinuesa, que tradujo esta obra en la edición que publicó el sello Dos Bigotes y coordinó el sevillano Daniel López García, define Tan solo el fin del mundo como "una parábola del hijo pródigo invertida", en la que el protagonista retorna al hogar para "demostrarse a sí mismo que eligiendo la distancia pudo vivir". Israel Elejalde, por su parte, percibe el regreso de Louis "casi como un acto de inmolación. Como si, en ese último viaje, de alguna forma, él regalara a sus familiares la oportunidad de que se desahoguen, y él se pueda ir más tranquilo. La cercanía de la muerte le permite hacer una revisión de su vida y se da cuenta de sus errores. Él tiene claro por qué se separó de su familia, pero también es consciente de todo el dolor que ha provocado, y se acerca a ellos con empatía", asegura este actor celebrado por sus colaboraciones con Miguel del Arco y Pascal Rambert, y que ha sabido forjarse una carrera de prestigio también como director.

Israel Elejalde. Israel Elejalde.

Israel Elejalde. / Vanessa Rábade

Elejalde se enfrenta a un material ciertamente difícil: un bellísimo torrencial de voces donde se suceden los soliloquios y cada miembro de esa familia revela su aislamiento. "En algunos momentos he intercalado la reacción de otro personaje, para que el conjunto fuera menos monologado, pero el modo en que se desarrolla la obra tiene mucha fuerza", afirma el director, que señala también otra singularidad del universo de Lagarce: el uso del tiempo, "que resulta confuso". La nota preliminar ya expresa esa ambigüedad: "Esto transcurre en la casa de la Madre y de Suzanne, un domingo, por supuesto, o bien también durante casi un año entero". Elejalde añade al respecto: "Louis está ahí, creemos, de una forma realista, pero a la vez hay momentos en los que parece que ha pasado todo, y no se sabe bien si eso que está ocurriendo es un recuerdo o la imaginación de alguien que ya está en otro lugar. Nos movemos en un plano realista que podría ser también un viaje astral: a la vez hay algo mágico, fantasmagórico".

En las fotos promocionales del montaje, tanto Sagardoy como Pujalte y el resto de actores –Yune Nogueiras (Suzanne), Raúl Prieto (Antoine) e Irene Arcos (Catherine)– posan junto a unas cajas en las que se avisa de lo frágil del contenido, algo que podría decirse también de los personajes. Tan solo el fin del mundo retrata el componente inflamable de los vínculos afectivos. "Como dice Chirbes, la infancia y la familia son asuntos con los que te tropezarás, quieras o no, durante toda tu vida", cavila Elejalde, que este viernes participará tras la función del Teatro Central en un coloquio. "Si te llevas bien con ellos, perfecto; pero aunque te lleves mal, la familia estará ahí, como un fondo de todo lo que ocurre, como un ruido. Estarás un día tras otro en el psicólogo hablando de tu papá y de tu mamá y de ese hermano con el que nunca te entendiste. Es un lugar al que vuelves frecuentemente porque en los primeros diez años de vida conformamos nuestra personalidad. Después empezarás a buscar las maneras de ser menos infeliz, intentarás dar con lo que es bueno para ti, pero ese germen ya está ahí y te condiciona".

“La casa familiar es un lugar al que vuelves con frecuencia: ahí se conforma tu identidad”, dice Elejalde

En su versión, una coproducción del Teatro Español y Teatro Kamikaze, Elejalde se toma la licencia de incorporar en la acción al bailarín Gilbert Jackson. "Podría ser un álter ego de Louis, o esto que llaman los alemanes doppelgänger, esa sombra oscura que eres tú y al mismo tiempo no lo eres, que está dentro de ti y que sale fuera", explica el director. "Esa idea me surgió porque Louis es un personaje muy hermético, que no quiere mostrar lo que piensa, lo dice sólo en los monólogos, y sentía que la danza, un poderoso elemento visual, completaba el retrato de ese hombre, me ayudaba a contar lo que albergaba Louis en su interior. Tras esa máscara de frialdad hay una tormenta que Louis no quiere o no sabe mostrar".

La familia de 'Tan solo el fin del mundo'. La familia de 'Tan solo el fin del mundo'.

La familia de 'Tan solo el fin del mundo'. / Vanessa Rabade

Elejalde, que apunta que la adaptación al cine de Xavier Dolan "es muy libre, apuesta más por el lenguaje visual que por el texto de Lagarce", se muestra feliz con el equipo que ha reunido. "Para hacer esta obra necesitas a un reparto de primer nivel, porque el lenguaje es muy poético, pero tiene que sonar como algo parecido a lo real, y necesitas a gente con muchas capacidades vocales, físicas, emocionales", concluye el actor de las películas Magical Girl y Madres paralelas, al que le conmueve una confesión que hizo Lagarce: que se dedicaba al teatro para no estar solo. "Para él, hablar de lo que te pasa a ti, de tu pequeño mundo, será hablar del mundo de los demás. Las reflexiones de Lagarce con respecto a eso, a la escritura y la escena como la búsqueda del otro, son apabullantes".

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