Después de la locura que supuso el planteamiento del debut liguero, llega el día más importante del curso. El primer día importante de los muchos que se prevén para el Sevilla no más certifique la buena marca alcanzada hace seis días en Estambul. Aquel golazo de Ben Yedder en el primer balón oficial que Jesús Navas tocaba en su retorno que proporcionó la victoria ha de revalidarse esta noche en Dato para que el curso sea como tiene que ser.

Así como lo del sábado en la izada del telón liguero fue una especie de broma de mal gusto y de la que Berizzo habrá tomado buena nota, lo de hoy no cabe ni pensar que vaya a ser ni siquiera mínimamente parecido. Hay muchísimo en juego, es la única bala y ya se pudo comprobar junto al Bósforo que comparar al Istanbul Basaksehir con el Sevilla es como comparar un olivo con una máquina de escribir. La distancia entrambos es tan sideral que una sorpresa no tiene sentido.

La cita liguera con el Espanyol dejó cuestiones tan claras como que Banega es insustituible, así como que contar en las bandas con Navas y Nolito es como ensancharle el campo al rival varios metros por lado. Dicen los que saben de esto que los experimentos, mejor con gaseosa que con Moët Chandon. Quiere decirse que, tras la boutade sabatina, el tiempo experimental ha de darse por concluido a fin de que los otomanos hinquen la rodilla y la bola sevillista esté el jueves en Mónaco.

Nos estalla en pleno rostro la primera gran noche del curso en Nervión. El Sevilla no suele convertir las fiestas en velatorios y la de hoy puede ser sonada. Algunos hablan del estímulo que significa la paletada de millones que entrarán de saldar la cosa con éxito, pero por encima del dinero está lo que siempre fue la meta de este hermoso juego llamado fútbol, ganar. Ganar por encima de todas las cosas es algo que el Sevilla domina a la perfección, conque fiesta y grande, muy grande.