Borja Sémper presenta la campaña del PP.

Borja Sémper presenta la campaña del PP. / EFE

EL verano comienza con la noche de San Juan, con el primer sorbo de gazpacho, con la tajada inaugural de melón, tiene el sabor de una ahogadilla, el picor de un mosquito en el tobillo y el estallido de los primeros ligoteos. Verano azul. El PP ha escarbado en la anomalía de esta convocatoria electoral que ha trastocado la estación en la que todo se deja ir y, al ritmo de la sintonía de Carmelo Bernaola, está animando a electores de distinto pelaje a que manden a Pedro Sánchez de vacaciones. Apela a una emoción negativa –echar a alguien, a un presidente democrático–, pero llega envuelta en la positividad de esa serie de pavos y pavas en bicicletas por las calles de Nerja. Más allá de la ridícula presentación que Borja Sémper perpetró en una playa de plástico y de las acertadas réplicas socialistas, en las que se invoca los veranos de Núñez Feijóo con el contrabandista Marcial Dorado, la campaña es un acierto: vota y vete de vacaciones, disfruta de un verano azul. No es lo de Txapote.Esta carrera ya la hemos visto porque es una continuación de las municipales, una campaña en las que el propio damnificado, Pedro Sánchez, contribuyó a la nacionalización de los mensajes con su insistencia en mostrarse en público donde no le querían: el presidente del Gobierno es, a la vez, el principal activo del PSOE y su pesadilla. Ferraz y Moncloa tendrán que darle un giro a esta campaña de enclaustramiento televisivo, fiada a un cara a cara con Feijóo sobre el que también se está vertiendo toda la bilis catódica. Más allá de Pedro Sánchez, hay un partido; más allá de Irene Montero, hay una gestión desarrollada en unos años endiablados de guerra y pandemia que no han desembocado en la catástrofe económica que jaleaba el PP. Hay un número récord de afiliados a la Seguridad Social, un salario mínimo europeo. Si alguien en el PSOE fuese capaz de meter todo esto en un verano azul, merecería una ración de bacalao en Casa Labra.El resultado de esta polarización, azuzada por ambos desde la negatividad, es un regreso a un bipartidismo insano donde no hay posibilidad de entendimiento entre los grandes, así también se destruyen las democracias. El PSOE va a recibir a mucho votante de su izquierda, y no tanto como los que se le irán desde el centro hacia el PP, pero sí para evitar el abismo de la nada. Sumar liquidó al peor Podemos y Vox será engullido por el voto útil, porque el PP apelará a la mayoría suficiente para gobernar. Es el blues de este verano, los extremistas perderán, volverá el bipartidismo como un bálsamo después de tanto experimento, pero se necesitará mucho hielo para desinflar España.

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