Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Tamames cumple 90 años

Al abuelo de Leonor lo escondieron como a Carmen Maura en ‘Volver’

Hoy cumple 90 años Ramón Tamames. Una de las voces más autorizadas que este año pasaron por el Congreso de los Diputados. Su discurso en la moción de censura de Vox fue un testamento de amistad de un libertario juancarlista llamado Fernando Sánchez Dragó. En 1956, el año que el rey Juan Carlos I cumplía 18 años, el economista Tamames fue encarcelado por su lucha antifranquista. Ese año Franco boicoteó los Juegos Olímpicos de Melbourne en señal de protesta por la entrada de los tanques soviéticos en Budapest. Con su abuelo escondido, como Carmen Maura en la película Volver de Almodóvar, ayer cumplió 18 años la princesa Leonor. Los celebró sobre la mejor de las tartas, la Constitución Española en la que tanto tuvo que ver la mediación de su abuelo, que cumplía 40 años cuando los españoles ratificaron la Carta Magna. Su padre, el rey Felipe VI, era entonces un niño de diez años.

La Monarquía, cuestionada por los ministros y diputados que no asistieron al acto y por el prófugo de la Justicia que se reunió en Bruselas con el número 3 del PSOE, un-dos-tres responda otra vez, sólo ha conocido dos interrupciones a lo largo de la Historia, la República y el franquismo. La princesa Leonor es de la generación de los nietos de Tamames. Cuando lo entrevisté, aunque se mostró incondicional de Haendel y Schubert, uno de sus nietos le metió en el contestador del móvil la música de Macaco. Este economista ya nonagenario se adelantó a la jura de ayer cuando afeó el sectarismo de las ministras de Podemos, a quienes recordó señalando su estatua la importancia de una reina como Isabel la Católica.

El presidente en funciones seguirá sacándole rédito a su “tocho de veinte folios”, expresión afortunada de Tamames durante su comparecencia en el hemiciclo. Pedro Sánchez va sumando títulos a su perfil inefable: a los de plagiario (con bibliografía) y de “banquillero del Estudiantes”, como le llama un amigo estudioso del baloncesto, Juan Luis Cebrián le ha llamado ágrafo, porque escribió un libro, pero con mano ajena y bien recompensada. Habla inglés, es cierto, como también lo habla Donald Trump. Y ahora añade el título de sinecdoquero.

La sinécdoque es esa figura gramatical que consiste en llamar a la parte por el todo y viceversa. Esta última artimaña en nombre de la concordia y la convivencia es una pura sinécdoque. A la parte, su interés particular, la camufla en el todo del interés general. Ahí está el mercado persa de amnistía a cambio de siete escaños. Se ha puesto precio. Y Puigdemont le da la vuelta al calcetín de la sinécdoque. El prófugo de la Justicia, a cambio de ceder su parte, está dispuesto a conseguirlo todo. La parte por el todo. Su generosidad es un auténtico ejercicio de genuflexión: ponerse de rodillas ante el político que perpetró una de las mayores fechorías de la historia reciente. En vísperas de un momento tan solemne para la Corona, que es decir para España porque, con palabras de Miguel Ángel Ladero, las características de esa institución “influyeron en la manera de ser europeos que han tenido, y todavía tienen, los españoles”. En 1986, cuando Felipe VI cumplía 18 años, España ingresa en la Unión Europea.

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