En Sevilla, compaginar los asuntos penitenciales con los feriantes es posible y es lógico. Aquí seguimos las indicaciones de nuestro buen papa Benedicto XVI cuando decía que la Cuaresma no es tiempo de tristeza ni congoja, sino de preparación emocionada del corazón para la Pascua de Resurrección (y sus fiestas primaverales, añado yo). Por eso llenamos parte de este tiempo litúrgico con esa alegría que es un don del Espíritu Santo.

Acompasar ayuno, abstinencia y oración, visitas a los templos y viacrucis, con el ajetreo loco de preparar los avíos del traje de flamenca no es cualquier cosa. Quien tenga una casa donde haya mujeres lo sabe.

La mayoría de las sevillanas atesoramos tantos trajes que no los tenemos ni contados, porque además, si un traje está bien hecho y es clásico, durará para siempre y se lo pondrá una generación tras otra.

Cuando en 1847 llegaron las gitanas que acompañaban a sus maridos tratantes a la Feria del ganado que se celebraba en el Prado de San Sebastián, con sus batas de colores y volantes, mantones y flores, dejaron a las de alta alcurnia como locas y no tardaron en imitarlas. Adoptaron y adaptaron esa forma tan pinturera de vestir y adornarse para acudir a la cita anual. Y cuando, en 1929, gracias a la Exposición Iberoamericana, el mundo entero conoció el traje de flamenca, causó tanto impacto que se convirtió en un elemento ligado a nuestra identidad nacional para siempre. De Sevilla a España y de España al mundo.

Entendí claramente el efecto que puede causar al forastero la visión de una mujer vestida de flamenca la vez que un amigo trajo a dos portugueses a la Feria, un compromiso de trabajo. Unos tíos la mar de guapos y bien plantados que tenían una actitud excelente para el disfrute feriante. Se potenció la disposición en cuanto empezaron a ver el escuadrón flamenco por el real. Repetían entusiasmados que no habían visto en su vida mujeres más guapas. Podría parecer paroxismo, pero era pura realidad.

Repasemos: Vestidos de colores con generosos escotes, ajustados al cuerpo de forma que enaltezcan el pecho, la cintura, las caderas y los cuartos traseros; mantoncillos con flecos (no hay nada más erótico-festivo que unos buenos flecos); flores en el pelo recogido; pendientes que se muevan al compás del paso; y hasta enaguas. (A lo mejor a eso se refería Coco Chanel cuando decía que una mujer está más cerca de estar desnuda cuando está bien vestida). Los portugueses tenían más razón que un santo.

Hay que tener poco aje para estar desfavorecida vestida de gitana. El don se tiene o no se tiene, eso es así. Lo aconsejable para la que carece de la gracia mínima es que no pierda de vista el horizonte de la esencia. Que respete lo auténtico y no se aparte de lo clásico, que es aquello que debe tomarse como modelo por ser de calidad superior o más perfecto. Digno de imitación. Como hicieron las señoras de alto copete con las gitanas.

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