Tribuna

Eugenia Jiménez Gallego

Psicóloga y orientadora de Secundaria

El pacto educativo imposible

¿Será imposible el acuerdo en España? Puede serlo si no analizamos lo que obstaculizó las anteriores negociaciones, aprendemos y enfocamos el debate de forma diferente

El pacto educativo imposible El pacto educativo imposible

El pacto educativo imposible

Partido Popular, Ciudadanos y PSOE han acordado por fin elaborar una ley educativa consensuada y todos suspiramos con alivio. ¿Pero es realmente posible? En todos los anteriores debates, cada uno de los partidos mayoritarios votó sistemáticamente en contra de la ley diseñada por su oponente y la derogó en cuanto llegó al poder. ¿Qué ha cambiado ahora para que las negociaciones tengan otro final?

Ésta es para mi la clave. Cómo hacer algo diferente. Lo único que percibo distinto es que ahora parece que este tema preocupa a los votantes, así que quizá empiece a preocupar realmente a los que necesitan sus votos. Pero de momento, nuestros políticos se dan golpes de pecho con la necesidad de consenso pero no les escucho plantear cómo lograrlo.

Por eso creo que toca tirar de hemeroteca, para recordar lo ocurrido en el parto de las anteriores leyes educativas. Y lo que descubrimos es que las negociaciones naufragaron sobre todo en el choque sobre unas pocas cuestiones: el peso de las asignaturas de Religión y Ciudadanía. La enseñanza del castellano en las comunidades más independentistas. El nivel de apoyo a la enseñanza concertada y a los centros con escolarización diferenciada de niños y niñas… Y cada vez que el debate se ha escorado hacia esos temas lo he dado por perdido. Porque aquí topamos con cuestiones ideológicas profundas que posicionan de forma visceral a los votantes de cada partido, así que sus líderes se dedican a darles satisfacción convirtiendo estos asuntos en el centro del debate educativo y defendiendo su postura radicalmente. Así se vislumbra poca posibilidad de llegar a acuerdos.

Yo también tengo mi opinión sobre cada una de esas temáticas, claro. Pero sinceramente opino que la calidad de nuestro sistema educativo no depende de ninguna de ellas. Ya lo he dicho. Y voy a decir más aún: que si esas materias se dejaran fuera del pacto y variaran con cada cambio de partido en el poder tampoco se vería afectado por ello el aprendizaje global de nuestros alumnos ni la salud mental de sus profesores.

Lo que no podemos resistir es quedarnos de nuevo sin acuerdo por esas cuestiones y que cambien en cada legislatura temas que sí son fundamentales: las condiciones para pasar de curso o titular, las asignaturas de cada nivel, el acceso a la formación profesional o a la universidad. Así que esos puntos sí que tienen que dejarlos bien atados, junto con la financiación. Porque no nos podemos permitir la confusión y la incertidumbre en la que viven año tras año los docentes, el alumnado y las familias.

Por supuesto que hay otros temas de desencuentro ideológico entre partidos más conservadores o más progresistas. Pero quizá no son como los anteriores cuestión de blanco o negro, sino de matices, y creo que tienen más margen para la negociación.

Un ejemplo de esos otros temas sería el debate sobre si los estudiantes necesitan más apoyos o por el contrario más esfuerzo: los conservadores tienden a exigir más, los progresistas a dar facilidades. Tanto en criterios para titular, requisitos para obtener una beca, ayudas para los alumnos con dificultades. Pues como educadora pienso que como en tantas cosas en el punto medio puede estar la virtud. Que a los chicos/as primero hay que darles los recursos que necesitan, pero también hay que exigirles que aprovechen lo que se les ofrece o que experimenten las consecuencias. Si no, ¿qué tipo de educación les estamos dando?

Otra gran discusión en la que difieren el PP y el PSOE: si la educación obligatoria debe ser idéntica para todos los estudiantes o con distintos itinerarios. También en este ámbito creo que puede haber acercamiento.

Lo importante es que esta vez, por favor, las decisiones sobre el diseño del sistema educativo no se tomen como guiños a las bases de cada partido. Que sí se escuche realmente la voz de la comunidad educativa: de los docentes, los alumnos, los padres. Y que se tengan en cuenta los datos objetivos que actualmente ya conocemos sobre lo que funciona mejor en España y en otros países. No sólo en Finlandia, sino también en contextos más cercanos, como Portugal, que ha tenido un progreso relevante en pruebas internacionales como el informe PISA.

Un sistema educativo estable es lo normal en cualquier país civilizado, pero ¿va a seguir siendo imposible en España el pacto que lo permita? Puede serlo si no analizamos lo que obstaculizó las anteriores negociaciones, si aprendemos y enfocamos el debate de forma diferente. Como sentenció Einstein: "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".

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