El yonki y la corrupta

Inaceptable, lo uno, lo otro y lo de más allá. Pero así son las cosas. Disfruten de lo votado, y de lo que otros votaron también

La consecuencia última de la vulgarización de la política, de que los frikis asuman el poder y alcancen los puestos de dirección de los países, es que charlatanes de feria como Javier Milei tengan altavoz para decir imbecilidades a gusto del consumidor, que es él mismo. Cuando comenzó la democracia es probable que también hubiera buhoneros de esta calaña, pero se solían encontrar personas de gran prestigio académico y profesional con vocación de servicio público a su país. Hoy día, en las altas esferas, me genera bastantes dudas la existencia de esta posibilidad.

Lo hemos visto aquí mismo, en España, en la última década, aunque omitiré nombres por ser de todos conocidos. El papanatismo ilustrado y todo eso, ya se sabe. Fue una adaptación a una moda vacua, la búsqueda del voto joven. Había que decir las verdades del barquero, ser iconoclasta y sinvergonzón, y parlotear demagógicamente como si no hubiera un mañana para que te tildaran de puto amo y pudieras ser eurodiputado, ministro o vicepresidente del gobierno.

Pero esta vulgarización de la que antes le hablaba trae consecuencias. No es que hayamos dejado de pensar en el gobierno de los mejores (guiño para los que estudiaron lenguas clásicas), sino que directamente los mejores han sido erradicados, limitando su actividad al mero pegado de carteles, por ejemplo. Y este populismo chungo que sigue calando en determinado nicho de votantes provoca que bocazas fanfarrones como el presidente argentino se permitan injuriar y calumniar a quien sea, cuando sea.

Y lo peor de todo esto es que los mismos que se rasgan las vestiduras ante el cachondeito de Milei con los días de reflexión de Pedro Sánchez y que lo censuran gravemente por tildar de corrupta a la presunta inocente, Begoña Gómez, le reían las gracias días atrás, quitándole importancia por sus declaraciones contra el propio Presidente Milei, al ministro matón del ramo de transportes, Óscar Puente, que acusó a aquél de estar hasta arriba de estupefacientes.

Inaceptable, lo uno, lo otro y lo de más allá. Pero así son las cosas. Disfruten de lo votado, y de lo que otros votaron también. El Abascal de Vox monta un sarao de la derecha más conservadora y extrema en Madrid al objeto de propiciar el espectáculo y todos pican/picamos el anzuelo de inmediato: denle un micrófono a Milei y les mostrará el mundo.

Todo está conectado: el yonqui y la corrupta. Puente llama enganchao a Milei, Milei trincona a Begoña, y Moncloa llama a consulta al embajador argentino, a pique de romper relaciones internacionales. Infantilismo institucional, en definitiva. En vez de ocupar nuestros políticos (y los de otros) el poco tiempo de que disponen en trabajar para mejorar un país, o dos, encontramos esta singular clase de personajillos de opereta, topógrafos de lo genital, azuzándose en público y buscando peleítas absurdas en vez de hacer aquello para lo que se les eligió. Aunque, quizás, en realidad, nos estén haciendo un favor. Qué sé yo.

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