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Provincia

La ruta verde por el legado natural del Guadiamar

El Maenoba latino pasó a ser el Príncipe de los Ríos andalusí, Wadi-Amar en jerga árabe y denominación de la que deriva la actual Guadiamar. Sus aguas desembocan en el Guadalquivir, siendo el último gran afluente del caudal bético. Más de 115 kilómetros de longitud, desde su nacimiento en plena Sierra Norte, cerca del municipio de El Castillo de las Guardas hasta su ocaso en llanuras marismeñas.

Un río heredero de los usos tradicionales de la provincia, parte imprescindible para el desarrollo del Aljarafe. En sus laderas se levantaron villas romanas, mezquitas o iglesias, molinos, abrevaderos y acueductos, además de murallas y torres vigía. Síntomas de la frenética historia que ha vivido el río.

Valores ecológicos y culturales que quedaron bajo el lodo tóxico de uno de las mayores catástrofes ambientales del país. Hace once años, seis mil millones de litros de aguas contaminadas se vertían al río tras la rotura de la balsa de Boliden, en Aznalcóllar.

De los inconvenientes surgió la posibilidad de transformar el curso y entorno natural. Se produjo la creación del Corredor Verde del Guadiamar, una pasillo ecológico destinado a unir mediante una vía verde los espacios naturales de Sierra Morena y Doñana, estableciendo un canal de dispersión para las especies moradoras de ambas reservas. Objetivos de compatibilizar su existencia con el desarrollo de agricultura y ganadería y fundamentar un importante vial turístico para toda la familia a lo largo de 70 kilómetros. Senderos con indicaciones de lugares, miradores y merenderos en los que podemos pasar un precioso día de campo. Un recorrido natural para realizar en familia y conocer el medio natural autóctono de la provincia.

Montes mediterráneos, encinares o bosques de ribera cambian según nos acercamos a la marisma por los senderos del Corredor Verde. 2.700 hectáreas de paisaje protegido en los términos municipales de Aznalcóllar, Olivares, Sanlúcar la Mayor, Benacazón, Huévar, Aznalcázar o Villamanrique de la Condesa.

El milano negro o el aguilucho cenizo son algunas de las especies que podemos encontrar en el Corredor. Aves que multiplican su presencia al aproximarnos a la desembocadura. Patrimonio natural que el hombre destruyó y que ha podido recuperar como ejemplo de sostenibilidad.

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