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Obituario

Adiós a Carmen Calleja, una mujer todoterreno

  • Fue de las primeras y pocas mujeres gobernadoras civiles. Tuvo una intensa vida pública y era columnista del Grupo Joly.

El secretario general y el presidente del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Antonio Griñán, respectivamente, han lamentado la muerte de Carmen Calleja, que en la legislatura 1996-2000 fue diputada por Jaén en el Congreso de los Diputados. "El socialismo andaluz la llora. Pocas personas he admirado y querido tanto. Consternación y orgullo", ha escrito Griñán en su perfil de Twitter. Pérez Rubalcaba, por su parte, destaca de Calleja "una capacidad de trabajo admirable y un sentido de la responsabilidad pública encomiable".

El dolor por su pérdida trasciende las siglas políticas. "Mi más sentido pésame para la familia de Carmen Calleja, una mujer que defendió a Sevilla y a Andalucía desde sus ideas socialistas. Descanse en paz", escribe vía Twitter Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla y presidente del PP de Andalucía.

María del Carmen Calleja de Pablo, Carmen Calleja en los cenáculos políticos, la Calleja para sus muchos amigos, desarrolló una intensa vida pública en muy diferentes campos de la Administración. El último, la presidencia del Consejo Social de la Universidad Pablo de Olavide, donde, según su rector Vicente Guzmán "ha contribuido a la consolidación de esta Universidad en el conjunto de la sociedad pública española".

Pertenece a la primera y efímera promoción de mujeres que ocuparon el cargo de gobernadoras civiles, junto a su amiga Amparo Rubiales en Sevilla, Charo Peral en Almería y algo más tarde Rosamar Prieto-Castro en Huelva. Calleja y Rubiales, ambas colaboradoras del Grupo Joly, cesaron en sus respectivos gobiernos civiles por decreto del BOE de 27 de enero de 1996 para presentarse a las elecciones que ese año ganó Aznar.

"Yo la nombré gerente de Tussam", dice Blas Ballesteros de una de las muchas responsabilidades que detentó Carmen Calleja. Relevó en ese cargo a Teófilo Serrano, que se incorporó al proyecto del Metro de Sevilla. "La había conocido como profesora en la Universidad de Derecho", sigue Ballesteros, "y aunque no me dio clase, sí la tuve en algunos casos prácticos. Cuando buscaba un gerente para Tussam, Amparo Rubiales me dio el nombre de Carmen. El acuerdo para su incorporación lo rubricamos con una cervecita en el bar La Pajarita, en la calle Baños. Y no sería la última". De su gestión, destaca la continuidad del convenio introducido en la época de Serrano, "obteniendo los mayores índices de productividad de la empresa y los más bajos de absentismo laboral". Con Calleja, los sindicatos pasaron a tener voz y voto en el consejo de administración de la empresa de autobuses urbanos y consiguió vencer la resistencia sindical a la introducción de los gusanos, unidades de tamaño doble. Quien suscribe recuerda con cariño la presencia de Carmen Calleja en el Alcázar durante la presentación del libro Viaje al centro de la Tierra (Historias del autobús), junto al entonces alcalde de la ciudad, Alfredo Sánchez Monteseirín.

Dejó el Gobierno Civil de Jaén un año antes de que desapareciera esta figura administrativa creada por el diseño provincial de Javier de Burgos y vigente hasta el decreto del Gobierno de Aznar de 14 de abril de 1997. Si Blas Ballesteros la conoció como profesora, su amiga Amparo Rubiales, como cuenta en el perfil de la página adyacente, la tuvo de alumna. Y ya vio emerger esa innata curiosidad por asuntos tan dispares que le llevarían a la dirección general del Instituto Andaluz de la Función Pública o a presidir la Cruz Roja de Sevilla y la sección de Asuntos Políticos del Ateneo de Sevilla.

"Últimamente no salía y no podía ni hablar, pero tenía tal fortaleza que se seguía comunicando por correo electrónico". Rosamar Prieto-Castro, que fue gobernadora civil de Huelva, mantenía una gran amistad con Carmen Calleja. "Era una mujer muy vitalista. Siempre luchando como una jabata para ver si aparecía algo contra una enfermedad sobre la que no existía ningún tipo de investigación". En su etapa de delegada de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla, Rosamar casó a Lucas, el único hijo de Carmen Calleja, con Amalia. "Ella iba preciosa como madrina".

Era técnico urbanista por el Instituto Nacional de Administración Pública, diplomada en Alta Dirección por el Instituto Internacional San Telmo, diplomada en Altos Estudios de la Defensa e integrante de la Comisión de Cultura de la Confederación Andaluza de Empresa. Pero todos estos galones han salido con ocasión de esta irreparable pérdida, porque no era mujer, como nos consta a quienes la tratamos, que fuera con el currículum en bandolera. En su carretilla de la vida, traducción del currículum vitae que un día me hizo don Ramón Carande, la vida de Carmen, la que ahora se ha apagado de forma tan temprana, era mucho más poderosa que la carretilla. Ese bagaje de conocimientos y afanes en los que está la política, la gestora, la defensora de los más desvalidos, la lectora voraz, la opinadora nada sectaria pero nunca renegando de sus principios por agradar o lograr el aplauso fácil.

El 2012 no fue bisiesto con Carmen Calleja. "A nivel de muerte ha sido un año catastrófico, menos mal que ya ha terminado", dice Rosamar Prieto-Castro todavía impresionada por el fallecimiento de quien fue doblemente andaluza de Jaén -gobernadora civil y diputada- con el préstamo del poema de Miguel Hernández.

El poder nunca la cambió, más próxima al transporte público que al coche oficial. Única mujer que en la historia de Sevilla gobernó en la gerencia de los transportes urbanos, abrió brechas por la normalización de la igualdad en su lucha por la libertad. En su adiós, deja el legado de su fraternidad, el tercer sumando de la Revolución Francesa, virtud de la que dejó constancia en foros como las Asociaciones Clara Campoamor y de Ex Diputados y Ex Senadores.

Política de letras y de ciencias, de lo público vivido como servicio y lo privado como enriquecimiento personal. Con la coctelera de su ejecutoria profesional sale una renacentista de nuestros días, una mujer comprometida con  la que la vida, en su entrega por los demás, no se puede decir que haya sido generosa en términos de reciprocidad. Los que la conocieron, la lloran. Los que la tratamos más superficialmente, periodísticamente si se me permite la expresión, nos quedamos con el halo de su bonhomía, su sonrisa y su relación serena con la actualidad.

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