Ambiente

Y del Rin bajó un enorme caudal rojo y blanco

  • Los 6.000 sevillistas hicieron suya la defensa de la copa agitando la serena Basilea en una armoniosa fiesta con los hinchas ingleses.

Antonio Yuste es vecino de Morón y a las cinco y media de la mañana de ayer se plantó en el aeropuerto de Basilea con su hijo Juan, que aún no ha cumplido los 11 años. Aún estaban poniendo las calles de la coqueta y funcional ciudad suiza, encrucijada francesa, alemana y, por un día, inglesa y española. Cuando Antonio fue a Eindhoven, su hijo Juan aún no sabía andar. Hoy, el chaval sólo concibe un Sevilla campeón. Que juega finales por castigo. 

"Recuerdo mi primer carné, me costó 750 pesetas, era de Gol Norte y con el número 10.008. Una cartulina plegable". La fidelidad de Antonio a machamartillo, tras años y años de sinsabores, incluso de acíbar, le da un premio gordo casi cada temporada desde 2006. "A Eindhoven me llevé estas zapatillas y ya me las traigo a cada final, no me he perdido ni una, ya tengo el número de socio mil quinientos y pico. Las tengo que esconder para que mi mujer no me las tire...". Son ya las once pasadas y este sevillista y su hijo acaban de pasarse por el hall del Hotel Pullman, en Clarastrasse, a un naranjazo de distancia de la fan zone dispuesta por la UEFA para los aficionados sevillanos. El pequeño Juan se ha hecho una foto con Rami y otros jugadores. Por si a su día le hacía falta algo para grabarlo a fuego en su tierna memoria.

A medida que el sol asciende, más y más sevillistas hormiguean por la Basilea vetusta, la que atraviesa un caudaloso Rin de aguas revueltas. "Anda que si el Guadalquivir bajara así hasta Sanlúcar iba a haber tantos piragüistas", dice un aficionado mientras posa con la catedral de fondo, entre imponentes edificios con empinadas cubiertas a dos aguas.

La Barfüsserplatz, punto de encuentro red, era la caldera de Pedro Botero ya a la una de la tarde. La dimensión del Liverpool se reflejaba en la procedencia de muchos de sus hinchas. "Dubai Reds", reza una pancarta. Hay suramericanos, seguidores de rasgos hindúes. Y mientras resonaban esos cánticos con el característico timbre británico, no pocos sevillistas hacían fotos para inmortalizar el momento, otro más.

 
 

En la Münsterplatz, la gente se hace fotos ante sendos pósteres, uno al lado del otro, con los equipos iniciales del Liverpool y del Sevilla (éste, de la noche en Bilbao ante el Athletic). Todos se divierten sin el mínimo atisbo de discordia. 

De una fan zone a otra, a apenas un kilómetro, se alargó un cordón de aficionados de uno y otro equipo que dieron a la UEFA una mayúscula lección de convivencia.

Cuando se acerca la hora del partido, muchos sevillistas disfrutan de la fluidez que procuran los tranvías. Basilea se enclava en la Europa realmente opulenta y se refleja en sus transportes públicos. Y en la limpieza y decoración de sus cafeterías y cervecerías. Y en la paciencia y educación de los ciclistas lugareños con las masas de sevillistas. 

 

 

Justo como hace diez años, cuando los ciudadanos de Eindhoven no entendían cómo esos locos de rojo y blanco, entre ellos Antonio Yuste, de Morón, invadían los carriles bici camino del Philip Stadion. Camino del paraíso.

 

 

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