"La gente oye, no escucha"
Tomás de Perrate | Cantaor
Hijo de Perrate de Utrera, nieto de Manuel Torres y familia del Lebrijano, Tomás Fernández Soto, Tomás de Perrate (Utrera, 1964) es un cantaor, en definición de la compañera Sara Arguijo, "ancestral y vanguardista, canalla y primitivo al mismo tiempo", "un gitano del Misisipi"... . Presenta el jueves en el gaditano Baluarte de la Candelaria su disco Tres golpes, donde profundiza en las raíces de su arte. Participa en cinco actuaciones en la Bienal.
–Si enumeramos a sus familiares flamencos ilustres, se quedan cortos los reyes godos...
–Tengo la suerte de pertenecer a dos de las familias más importantes. Ahora que trato mucho el protoflamenco veo muy cercanas las generaciones de mi familia que pudieron estar en la configuración del flamenco.
–Cuente lo que habló con Raúl Refree, productor de Tres golpes, de que quería que sonara a ropero viejo.
–No me fiaba de que Refree fuera a desvirtuar mi maqueta y fue una gran sorpresa. A la primera me dijo que le encantaba y que tenía que sonar a madera de ropero viejo y con cierta oscuridad. Y lo ha clavado.
–Él trabajó con Rosalía en Los Ángeles, igual lo vemos en Miami colaborando con un reguetonero.
–Con un reguetonero no sé, pero quizás con algún sonero clásico en Cuba o Colombia. El tema homónimo del disco, Tres golpes, está basado en una versión de los gaiteros de San Jacinto, unos viejecitos de una pedanía colombiana.
–Le interesa el Siglo de Oro y en su trabajo ahonda en la cultura negra, tan vinculada a Andalucía en aquellos tiempos. ¿Vivimos ignorando aquella huella?
–Por supuesto. A raíz del disco empecé a interesarme por la esclavitud. En Sevilla y Cádiz un 15% de la población era negra. Y en el entorno de Doñana hasta La Puebla del Río había muchos. Sobre 1450 ya había negros, negreros, tráfico de esclavos en esa zona. El historiador Cosano ha escrito La venta de la negra y allí estaban los cimarrones, los clérigos, los nobles, el que quería vivir la cultura africana, y putas y orgías. Eso pasó aquí, como para no rendirle culto.
–Nieto de Manuel Torre e hijo del Perrate de Utrera. Está avalado para defender la evolución del flamenco contra el purismo rancio, ¿no?
–No tengo interés en ir en contra de nada. Es más, no puedo vivir sin cantar por seguiriyas, por soleás, por tonás, por bulerías. Soy un cantaor clásico, pero tengo la afinidad de la música con la que me eduqué en los 80, cuando se popularizaron las emisoras, entraron discos de importación, desde Stevie Wonder a Dire Straits, y no lo podemos obviar. Si encima somos flamencos, tendremos que casar. Veo una evolución de alguna manera natural.
–Ha trabajado con renovadores como Israel Galván o Ricardo Pachón, productor de La leyenda del tiempo, de Camarón. ¿De dónde viene la querencia por los heterodoxos?
–De la plasticidad de mi propia forma de expresión. He topado con una gente que están muy cerquita de lo contemporáneo y me han enseñado grandes cosas.
–
Afirma que su padre le diría: "Adáptate a los nuevos tiempos que vamos a terminar otra vez en manos de los señoritos". ¿No estamos todos, en realidad, sometidos a ellos?
–Por supuesto, todos estamos sometidos al señoritismo, pero mi padre era muy moderno, igual que su hermana, La Perrata, la madre de Lebrijano. Mi padre se jincó toda la música que sus tres hijos fuimos descubriendo de jóvenes.
–El director de la Bienal dice que hay artistas que no vienen o son reticentes por las opiniones feroces de los críticos de Sevilla. A ver si van a ser los de flamenco los únicos críticos cuya opinión importa a alguien...
–La crítica honrada se adapta a los nuevos tiempos. Los tres o cuatro que van contracorriente lo tienen todo perdido. Ya está claro que todos navegamos en un sentido y tenemos que ser contemporáneos. Este año tengo varias propuestas conceptuales, no es flamenco exactamente; también con Raúl Cantizano y Marco Serrato hago un programa free; con el Pájaro y con Raúl cante de ida y vuelta; un espectáculo en torno a Piazzolla y a Goyeneche... Verá, el que no haga cosas es porque es tonto.
–Y usted se apunta a todo.
–Me meto en todos los charcos, pero si no lo hago ahora, cuándo lo voy a hacer.
–¿Son más de palos los críticos que los cantaores?
–Los respeto mucho y la mayoría a mí igual. No sé a partir de la Bienal, que me verán jugar con el repertorio. La versatilidad es mi marca.
–Infundio fue su anterior trabajo. ¿Cuál es la mayor patraña que le han dicho?
–Infundio en la cultura de los gitanos de Utrera es un acercamiento al monologuismo, lo practicaban la mayoría de los gitanos mayores. Inventarse historias a la vez que la iban contando con ánimo de hacer reír. El infundio es el age de los gitanos.
–Fue peluquero de señoras con su mujer durante 30 años. ¿Qué aprendió el barbero que le sirven al artista?
–Muchos barberos eran guitarristas y enseñaban, como refleja el libro El flamenco en las barberías. En la peluquería se da la comunicación, escuchas música, cante y tertulia, es un caldo de cultivo perfecto.
–¿De qué material están hechos los nudillos de un buen flamenco?
–A veces son de titanio, otras de gomaespuma... Hay muchos tipos, pero ya le digo que tocar en la barra de un bar, duele, ¿eh?
–¿Se nace con voz negra?
–En mi caso sí. Me decían que tenía voz negra cuando empecé; eso es más grande que yo, no es voluntario. A raíz de este disco, Refree hizo una gran aportación a mi voz porque me propuso cantar una octava más grave y me ha encantado. Ésa sí que es negra, completamente misisipera.
–Para aprender, ¿hago la ruta Triana, Utrera, Morón, Lebrija y Jerez?
–Son las mecas del flamenco y también de la cultura gitana, pero más que por territorios empiece por escuchar a clásicos; saber en qué consiste cada palo principal y a partir de ahí ya tiene cuerda para navegar durante 25 o 30 años.
–Los muy aficionados son apasionadísimos.
–Eso es imparable. Sí es verdad que hay que escuchar y últimamente la gente no presta atención:oye, no escucha. Y el flamenco necesita atención para disfrutarlo y comprenderlo.
–¿Y es de lo más exportable que tiene Andalucía?
–He recorrido el mundo entero, de Rusia a Australia. Y siempre se ha llenado.
–¿Pero es un sello andaluz más que español?
–Completamente. Y no de toda Andalucía. Voy mucho a Francia, me tratan como a un barítono muy conocido. Lo que aquí se vulgariza, en cualquier sitio del mundo es de culto.
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