La caja negra

En ocasiones veo hoteles

  • En Puente y Pellón se anuncia otro establecimiento, esta vez de 38 habitaciones con una inversión de 640.000 euros

El edificio del número 22 de la calle Puente y Pellón

El edificio del número 22 de la calle Puente y Pellón / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

LAS calles mudan de piel. Un día la Avenida pierde las entidades bancarias y el tráfico rodado para aparecer revestida de cafeterías franquiciadas y tiendas de recuerdos para turistas. En Arfe se pasó de los ultramarinos locales a los bares de copas. En Méndez Núñez, de los comercios de ropa para caballero a más bares de copas. En la Alameda, de lugar de concentración de antros y tugurios a establecimientos de alta calidad. Los negocios dan personalidad y sello de distinción a una calle.

Es curioso cómo se tiende a la concentración de la oferta. La calle de las funerarias, la de las tiendas de novia, la de la ropa de bajo coste, la de los tragos largos, la de los trajes de flamenca, la de las especias... Hasta que llega una actividad y tiene el efecto de una bomba racimo. En Sevilla llevamos meses en los que nos desayunamos cada día con el anuncio de un nuevo hotel. Como en tiempos lo hicimos con los bares (¿cuántos se abrieron con las indemnizaciones de los despidos en los años de la crisis?), las tiendas de yogures, los comercios de mantecados que abren solo en temporada, los helados durante todo el año o las boutiques que abren ciertas señoras que las acaban cerrando al poco tiempo.

Puente y Pellón ha sido una calle caracterizada por negocios locales, algunos de ellos de prendas de vestir. Una calle que se ha prestado a la guasa cuando alguien quería desmerecer la escasa calidad o antigüedad de una chaqueta: “¿Es de Puente y Pellón?” Como cuando a alguien le quedaba malamente el terno del domingo y se le preguntaba si era alquilado en José Gestoso. Puente y Pellón ha sido siempre una referencia de la moda de bajo coste antes de que se comenzara a hablar de este fenómeno.

Rótulo de la calle Rótulo de la calle

Rótulo de la calle / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Pues Puente y Pellón también muda de piel. Si en Vilima irá un hotel, adivinen qué irá en el número 22. Efectivamente: ¡otro hotel! Y sumen a estos dos hoteles otros dos que estarán muy próximos: el anunciado de cinco estrellas en la calle Ortiz de Zúñiga y el hostel de las antiguas instalaciones de Café Saimaza. Cuatro hoteles en un palmo.

El nuevo hotel de Puente Pellón también tendrá fachada al número 3 de la calle Buiza y Mensaque. Se llamará Hotel Cetina. Todo el edificio tiene asignado el uso de comercio, por lo que pasará a tener el de residencial público. Se preparan 38 habitaciones: cuatro individuales, 31 dobles, dos triples y una suite junior con terraza privada. La inversión prevista es de 640.000 euros. Repetimos: en la calle Puente y Pellón.

Si Zoido fue el alcalde que disparó los veladores, Espadas pasará a ser el que multiplicó los hoteles. No por más delanteros se meten más goles, ni por más hoteles de alta gama vienen turistas de mayor calidad. En Sevilla tenemos capacidad sobrada para convertir cualquier local en un bar, o cualquier edificio en un hotel. Toda casa palacio es un hotel en potencia como toda planta baja puede acoger un bar.

Tomaron por locos a los que en su día quisieron convertir el palacio de San Telmo en un Parador de Turismo. Muchos hoteles tiene Sevilla, pero Sevilla no tiene parador. Tenemos hasta un Hilton, ubicado en la zona Norte. El entonces director del distrito, Pedro Molina de los Santos, resaltó el día de su inauguración que el distrito había pasado de ser el único de Sevilla que no tenía un solo hotel a tener nada menos que un Hilton. Somos así.

Las instalaciones de Altadis huelen que espantan a hotel. En la Plaza de la Magdalena habrá uno de cinco estrellas con dos sedes. En Argote de Molina habrá otro de una firma portuguesa, también organizado en dos casas, como lo habrá en el edificio de la FNAC y en la antigua sede del Banco de Andalucía. Hasta la Punta del Diamante se utiliza para alojamientos turísticos.

El problema no es tal vez que haya muchos hoteles, sino el estilo de los nuevos negocios. La mayoría son establecimientos anodinos, de decoración impersonal, minimalista y de un pretendido diseño reduccionista que, en el fondo, esconde un abaratamiento de los costes. Hoteles oscuros en la ciudad de la luz, de líneas anodinas y básicas en la tierra del barroco.

Un rayo de esperanza vimos el miércoles cuando el nuevo presidente de la Junta leyó un discurso con una frase que nos movió al optimismo: “Me propongo que en el interior de San Telmo haya tanta luz como en su fachada”. Esperemos que al viejo seminario vuelva la luz. Y que sea un símbolo de una decoración ajustada a su arquitectura, a la ciudad donde está levantado y al río junto al que se encuentra. La restauración de San Telmo con su decoración oscurantista parece haber inspirado a muchos arquitectos que han reproducido como champiñones ese estilo que obliga a abusar de la luz eléctrica en todos estos nuevos hoteles.

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