Crítica de Flamenco

Un mundo nuevo

Rosalía es bella. Tiene una puesta en escena contundente. Es, como la calificamos cuando se presentó en nuestra ciudad, una diva. Una diva jonda. Pues es el repertorio gótico del flamenco el elegido para esta segunda comparecencia. Una voz poderosa y dulce, naif y rotunda. Que es capaz de emular a Marchena en la guajira sin desmerecer y al mismo tiempo se rompe y nos rompe en esos tientos doloridos, apabullantes, desgarrados. Feroces. Ayer teníamos la necesidad de gritar a los cuatro vientos del patio de la Cartuja nuestro hartazgo. Anoche necesitábamos sentirnos pequeños en el susurro y feroces en el grito. Y lo fuimos gracias a Rosalía. No fue un día sencillo para los flamencos de Sevilla. Necesitábamos sentir la belleza de lo jondo y Rosalía nos la dio. Con su fraseo delicioso, con su timbre bello, cálido y metálico. Haciendo un repertorio estricto: malagueñas del Mellizo y La Trini, milonga de Escacena, tangos de Vallejo y La Argentinita. Tan sólo el Aunque es de noche de Morente-San Juan de la Cruz nos sacó por un momento del hoyo.

Pero Rosalía sabe extraer luz de las sombras a fuerza de entrega, de darlo todo en cada tercio, de hacer que las letras de hace cien años suenen frescas, recién inventadas, acabadas de acuñar para nuestros oídos. Todo es nuevo porque Rosalía lo canta con esa lozanía. Aunque lo único estrictamente nuevo, al margen del gustoso arreglo a dos voces de los cantes del Mellizo, es el acompañamiento de guitarra. Refree ha creado una flamante forma de arropar las melodías clásicas de lo jondo. No ha escuchado al Niño Ricardo y a Montoya, los creadores de los acompañamientos originales, y así ha inventado un mundo nuevo. Canta flamenco, es catalana.

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