25 aniversario del atentado

Siete días de enero

Alberto y Ascensión en una cerámica de la calle San Jacinto.

Alberto y Ascensión en una cerámica de la calle San Jacinto. / Juan Carlos Vázquez

El año que nace Alberto Jiménez-Becerril (Sevilla, 1960-1998), ETA comete su primer atentado. Una niña de dos años, Begoña Urroz Ibarrola, inauguró esa cifra de 857 víctimas mortales a lo largo de medio siglo de saña y rencor. Aunque al principio se atribuyó esa muerte a un comando anarquista, quedó definida la autoría. Tres meses antes de que lo asesinara la banda terrorista el 21 de noviembre del año 2000, el ex ministro socialista Ernest Lluch publicó un artículo que tituló “El primer crimen de ETA”.

Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, su esposa, fueron dos de las seis víctimas mortales de ETA en 1998. Cuatro eran concejales: José Ignacio Iruretagoyena, de Zarauz, Manuel Francisco Zamarreño, de Rentería, y Alberto, de Sevilla, los tres del PP, y Tomás Caballero Pastor, concejal del Ayuntamiento de Pamplona, de Unión del Pueblo Navarro. Alberto y Ascensión son dos de las 121 víctimas mortales andaluzas asesinadas por la banda terrorista ETA. Una cifra que sólo superaron el País Vasco y Castilla-León. ETA mató a personas de todos los territorios, con la única excepción de Baleares. Su último atentado lo cometió en ese archipiélago, 30 de julio de 2009, con el asesinato en Calvià de dos guardias civiles.

Siete días de enero es el título de la película de Juan Antonio Bardem sobre la matanza de Atocha, los cinco abogados laboralistas asesinados por un comando ultraderechista el 24 de enero de 1977. Siete días de enero. Entre 1960 y 2009, sólo siete días de enero ETA dejó de matar. Datos extraídos del libro Vidas rotas de Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey. Y siete días de febrero, seis días de marzo, cuatro días de abril…

Todos los días de junio hay algún crimen de ETA. Del destajo al relax de agosto. Rebajan el ritmo, como si también se tomaran sus vacaciones, funcionarios del crimen y de la extorsión. Pese a lo cual, ese mes ETA cometió una treintena de atentados con el saldo de 37 víctimas mortales. También resulta curioso que en ese medio siglo de asesinatos, no cometieran ninguno los días 24 y 25 de diciembre, Nochebuena y Navidad. Se ha dicho que ETA nace en el seminario. Cinco palabras que el periodista Pedro Ontoso convirtió en un libro de casi 400 páginas titulado Con la Biblia y la Parabellum, con el gráfico subtítulo Cuando la Iglesia vasca ponía una vela a Dios y otra al diablo.

El 30 de enero es una de las fechas que con más frecuencia eligió ETA para sus crímenes. Cinco atentados: en 1978 un representante de comercio de Hernani; en 1987, un conductor y un militar en Zaragoza, una bomba accionada por el terrorista francés Henri Parot; en 1990, un policía nacional en Galdácano; y en 1997, un vendedor de bicicletas que había tenido la mala suerte de venderle una al etarra Valentín Lasarte y fue acusado por la banda de avisar a la Ertzainza.

El 6 de febrero es otro día fetiche para ETA. En esa fecha cometió cinco atentados, entre ellos, el del ingeniero de la central de Lemóniz José María Ryan (6 de febrero de 1981), crimen que aparece en la novela de Bernardo Atxaga Casas y tumbas; el vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal y Maroto (1986), descendiente del descubridor de América y que fue comandante del buque-escuela Juan Sebastián Elcano; y el abogado donostiarra Fernando Múgica Herzog (1977), hermano del ex ministro de Justicia, derribado “por los nazis vascos”, en palabras de su hijo el novelista Rubén Múgica.

El 14 de febrero de 1996 ETA asesina al ex presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente y el 10 de febrero del año siguiente a Rafael Martínez Emperador, tío de José Antonio Griñán y su maestro jurídico, como éste reconoce en sus Memorias.

Bomberos en Sevilla-1 tras el atentado del 28 de junio de 1991. Bomberos en Sevilla-1 tras el atentado del 28 de junio de 1991.

Bomberos en Sevilla-1 tras el atentado del 28 de junio de 1991. / M. G.

El 27 de marzo ETA cometió otros cinco atentados. El del general de División Luis Azcárraga, cometido en 1988, una eminencia internacional en Meteorología y Aviación Civil, parece un episodio de Patria, la novela de Fernando Aramburu. Tenía casa en Salvatierra (Álava), vecino de la madre de la mujer de un activista de ETA. Fue asesinado al salir de misa el Domingo de Ramos.

Un policía nacional nacido en Rota, Juan Manuel Helices, fue asesinado en Irún el 23 de abril de 1992, tres días después de la inauguración de la Expo. El atentado más brutal en el mes de mayo fue el de la casa-cuartel de Vic, con nueve víctimas mortales, dos de ellos guardias civiles. Uno de ellos, natural de la localidad sevillana de Martín de la Jara, de 31 años. En el atentado también murió su esposa, de 26. El resto fueron civiles, la mayoría niñas de corta edad.

Todos los días de junio cometió ETA algún atentado. El 19 de junio de 1987 es el que deja un mayor reguero de víctimas mortales, 21 fallecidos en el atentado de Hipercor, treinta años antes del atentado yihadista en las Ramblas. Y es también el mes en el que perpetra el atentado con más víctimas en Andalucía, cuatro fallecidos al enviar un paquete-bomba a la cárcel de Sevilla-1 (Ranilla). Mueren Manuel Pérez Ortega, 39 años, funcionario de prisiones; Raimundo Pérez Crespo, 27, cántabro, que había ido a visitar a un familiar; y los reclusos Donato Calzado, 27, albañil, y Jesús Sánchez Lozano, 37, taxista de profesión, ambos destinados en el servicio de paquetería. Contando a este último, ETA asesinó a un total de quince taxistas.

ETA eligió el 30 de enero para cinco atentados en diferentes periodos

Ese número de víctimas se habría quedado pequeño si la Guardia Civil no retiene un año antes, 2 de abril de 1990, en un control rutinario en Santiponce, un Renault color rojo que conducía Henri Parot. Lideraba el comando Argala, formado por franceses, con un palmarés de 41 asesinatos. Nombre adquirido del apodo de uno de los terroristas que participaron en el atentado contra Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973.

El mes de julio de 1997 empezó con la liberación de Ortega Lara, pero lo empañó el secuestro el día 10 del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco, asesinado dos días después. Una década antes, 14 de julio de 1986, ETA asesinó a doce jóvenes guardias civiles en un atentado cometido en la madrileña plaza de República Dominicana. Doce víctimas entre 20 y 26 años de diez comunidades autónomas, incluido un granadino de Alfacar.

Irene Fernández Barrera, 32 años, se convirtió en la primera mujer guardia civil asesinada por ETA el 20 de agosto de 2000. El atentado con más víctimas del mes de septiembre se cometió en vida de Franco, 13 de septiembre de 1974. Trece víctimas mortales en la cafetería Rolando de Madrid. Entre ellos, Antonio Lobo Aguado, un ferroviario de Villanueva del Río y Minas que había sido trasladado poco tiempo antes a Madrid.

El año que nace Alberto, 1960, la banda terrorista cometió su primer atentado

En octubre de 2000, el comando Andalucía, que ya había asesinado en Málaga al concejal Martín Carpena, mata en Granada a Luis Portero, fiscal jefe del Tribunal Superior de Andalucía, y una semana después al médico y coronel del Ejército del Aire Antonio Muñoz Cariñanos. En noviembre ETA cometió cinco atentados en el día de los Difuntos. Noviembre está teñido con la sangre inocente de Fabio Moreno, de dos años, uno de los dos hermanos mellizos, hijo del guardia civil Antonio Moreno.

El atentado del 11 de diciembre de 1987 contra la casa-cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza causó once víctimas mortales y destrozó cuatro familias, una procedente de Torredonjimeno (Jaén), otra de Valsequillo (Córdoba). Entre las víctimas, Esther y Miriam Barrera Alcaraz, hermanas gemelas de tres años. Atentado que aparece en la última novela de Javier Marías, Tomás Nevinson. La sangre de estas niñas, como la de Fabio Moreno o la de Begoña Urroz, la primera víctima de ETA, clama en el desierto del absurdo. Como la de esos tres niños de siete, cuatro y tres años que no llegaron a recibir el abrazo de sus padres.

A finales de 1977, no hay un solo preso de ETA en las cárceles. Como ha dicho el guardia civil Manuel Sánchez, coautor de Sangre, Sudor y Paz, escrito con el novelista Lorenzo Silva y el periodista Gonzalo Araluce, nieto de un asesinado por ETA, “vaciaron las cárceles y llenaron los cementerios”. Estadísticamente, el principal enemigo de ETA ha sido la democracia, la Constitución y la Transición. Por eso mataron a Alberto y a su mujer. En el libro Vidas rotas se lee este texto de Héctor Abad Faciolince, hijo de un médico asesinado por la guerrilla colombiana, de su libro El olvido que seremos: “De mi papá aprendí algo que los asesinos no saben hacer: a poner en palabras la verdad, para que ésta dure más que sus mentiras”.

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