Maternidad prematura El relato de mujeres que dejan de ser niñas muy pronto

Niñas madres: Las familias invisibles

  • Las mujeres que viven en El Vacie suelen casarse muy pronto, con apenas 15 años, y se convierten en madres poco después

Sólo ha cumplido los 17 y sobre sus brazos tiene a una pequeña de año y medio que bien podría ser su hermana, pero le está dando el pecho. Carmen es ya madre de dos niñas. La menor la tuvo hace apenas unos días en el Hospital Macarena. Esta mujer, que dejó de ser niña muy pronto, ha dado los mismos pasos que su madre, que sus vecinas, y que darán probablemente sus dos hijas. Vive en El Vacie, donde las adolescentes suelen casarse con apenas 14 ó 15 años y tienen el primer bebé poco después. La más joven, según recuerdan en el poblado, ha tenido a su primer hijo con sólo 13 años.

Es siempre la misma historia: mujeres que no acceden a la educación, que sobreviven cada día a base de recoger chatarra o de trabajar como aparcacoches, y que tratan de evadirse, a veces, aprendiendo a coser o intentando formarse. Algunas tienen suerte e incluso logran conquistar los escenarios con iniciativas integradoras como la popular obra teatral La Casa de Bernarda Alba. Un sueño hecho realidad en uno de los lugares con mayor índice de marginación.

Sonia, que tiene 21 años, interpreta a Adela, y su mirada se ilumina cuando habla de la obra de teatro: "Hemos actuado dentro y fuera de Sevilla y me encantaría seguir. Me gusta mucho el teatro", explica Sonia, mientras muestra con gran hospitalidad la chabola en la que vive junto a sus tres hijos, Andrea, Antonio y María. Muebles recogidos de entre las basuras completamente restaurados dan un aspecto acogedor a su casa hecha de placas de metal y de madera. Sonia esconde entre sus manos una entrañable sonrisa. Le faltan muchos dientes y le duele. Lleva años tratando de recibir tratamiento de un dentista pero con los apenas 20 euros que logran ella y su marido al día sólo tiene para pasar una jornada más.

Carmen, Delfina, Sonia, Pilar... sólo son algunos nombres de varias generaciones de madres adolescentes que conviven en el poblado chabolista, una ciudad invisible para la inmensa mayoría de los sevillanos, donde las mujeres se ven inmersas en una espiral de exclusión social que las atrapa. Es casi imposible salir. Al menos, es así para la inmensa mayoría. Todas quieren huir de la miseria. Son conscientes de la insalubridad en la que viven sus hijos y sueñan con otra vida para ellos. Pero es muy difícil, sin trabajo, sin formación, con hijos que criar... demasiados problemas.

Asunción García, presidenta de la Asociación Pro Derechos Humanos del Menor, conoce muy bien sus dificultades: "Son madres muy jóvenes porque es lo que han visto desde siempre a su alrededor". Las niñas imitan a las adultas y así generación tras generación. "Sólo cuando estas niñas vayan con normalidad al colegio y convivan con otras niñas que estudian, que no se casan tan pronto y que tienen una vida mejor, cambiará el rumbo para ellas", explica.

Asunción García acude al Vacie para ayudar a las familias, que son en torno a 800, desde hace ya 20 años y se muestra completamente contraria al "asistencialismo", como ella misma lo denomina. "Las ayudas tienen que ser de otro tipo, hay que dispersar a las familias y tratar de que tengan una vida normalizada. Sólo así saldrán de aquí", explica, mientras señala la frontera del Vacie, montículos de tierra "para hacer el poblado invisible al resto de la ciudad".

Cuando comienza a anochecer los niños y las mujeres se colocan alrededor de fogatas para evitar el frío. Entre montones de basuras, los niños corren y juegan. Delfina tiene 11 hijos. "Me gustaría salir de la miseria", comenta mientras muestra los trabajos de su marido en su chabola para tratar de prepararla de cara a las próximas lluvias. Ríos de aguas residuales se forman en el suelo, mientras los perros y los niños siguen jugando. Fátima, con 24 años, tiene suerte. Trabaja de manera ocasional limpiando. Cada día, dice, se levanta a las seis para llevar a sus hijos al colegio. "El primero lo tuve con 14 años y me arrepiento. Con lo que sé ahora, habría esperado y sólo habría tenido un hijo". Ahora tiene tres y, como ellos, Fátima está aprendiendo a leer y a escribir para tratar de encontrar otro tipo de vida.

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