El hombre que habita el barroco

Luis Sánchez-Moliní

09 de junio 2013 - 06:56

Hay una cosa que Enrique Valdivieso no suele perdonar: la cerveza del mediodía con los amigos antes del almuerzo. A mitad de la entrevista recibe una llamada que lo requiere de inmediato en el bar Las Lapas: -"Vete pidiendo la primera y yo me incorporo en la segunda"-, dice el catedrático, a quien ya se le notan las ganas de correr cuesta arriba por San Gregorio. Pese a llevar más de 35 años en Sevilla, sigue hablando el español duro y ortodoxo de su Valladolid natal. También castellana es su manera franca de afrontar las preguntas, sin los largos rodeos a los que acostumbra el hombre meridional. Eso sí, su gusto por el discurso abundoso y vehemente, y su propensión al uso de las manos para reforzar sus razonamientos indican que algo se le ha pegado de ese Sur al que tanto debe y que tanto le debe. Sus libros sobre la pintura antigua sevillana son ya auténticos clásicos de la historia del arte español y a su empeño se debe la salvación de una de las obras cumbres del arte manierista ibérico: el retablo de Pedro de Campaña de Santa Ana. Su condición de hermano de la Caridad revela que para él el barroco es algo más que historia y pasado.

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