crimen organizado | la policía investiga si existía una célula estable en la capital

La mafia georgiana en Sevilla

  • La detención de un jefe mafioso en Felipe II vuelve a poner en alerta a la Policía Nacional, que en 2014 elaboró un tratado de cómo operan las organizaciones de ladrones del Este

La Policía, en una reciente operación contra la mafia georgiana.

La Policía, en una reciente operación contra la mafia georgiana. / efe

La detención de un mafioso georgiano la semana pasada en Sevilla ha hecho saltar de nuevo las alarmas ante la presencia de unas de las organizaciones criminales mejor estructuradas de toda Europa en la capital andaluza. La Policía sevillana tiene experiencia en la lucha contra las bandas georgianas. Una de las operaciones más importantes contra ellas se desarrolló en Sevilla en verano de 2014. En ella se desmanteló una red criminal compuesta por quince personas a la que se le llegó a relacionar con más de 600 robos en viviendas sólo en la ciudad.

Este tipo de bandas suelen operar de manera itinerante, pasan unos días en una ciudad, revientan todos los pisos que pueden y, cuando se sienten ya observados por la Policía, cambian de destino. Por eso, no sorprende demasiado que uno de estos delincuentes fuera arrestado en Sevilla. Lo que sí llama la atención es que fuera Eisha Meshveliani, uno de los líderes de la organización, considerado la mano derecha de Spartak Japaridze, un capo que está siendo buscado por policías de media Europa y del que se piensa que está oculto en Italia.

Los georgianos son especialistas en abrir puertas sin forzar cerraduras

La presencia en Sevilla de este mafioso georgiano puede revelar dos cosas. La primera es que se mudara aquí desde Madrid creyendo que podía eludir la vigilancia policial. La segunda es que estuviera intentando montar una infraestructura estable, una célula de la organización, en la capital andaluza. Que sólo fuera arrestado él en Sevilla -en una operación que a nivel nacional se cerró con medio centenar de detenidos- indicaría que esa célula estaría todavía en una fase muy embrionaria. Tampoco hay estadísticas que reflejen un incremento notable de los robos en domicilios, que se habrían disparado en el caso de que hubiera una banda de georgianos establecida en Sevilla. Sin embargo, sí han podido operar en la ciudad viniendo desde otras zonas y marchándose a los pocos días tras cometer los robos.

En el último balance de la criminalidad hecho público por el Ministerio del Interior, los robos en viviendas habían crecido sólo un 1% en Sevilla capital en los primeros nueve meses del año, en relación con el mismo periodo del ejercicio anterior. Faltarían las cifras de octubre y noviembre para tener una aproximación más certera a la actividad de esta organización en Sevilla. En Madrid sí que se le vincula ya con más de un centenar de delitos.

Los georgianos están especializados en los robos en viviendas, en las que son capaces de entrar sin forzar la cerradura. Utilizan técnicas de cerrajería profesional como pueden ser el bumping o el impresioning. Para el primer método los ladrones tienen que tener una llave de una determinada marca de cerradura. Esa llave ha de estar hecha con la posición más baja a la que llegan los pistones de la cerradura. Cuando se la golpea con un martillo u otro objeto, se separan los pistones de los contrapistones y se libera el giro de la llave.

El sistema del impresioning es el que utilizaba la banda desmantelada hace dos años en Sevilla, con el que se calcula que robaron en más de 600 domicilios. La sentencia de la Audiencia de Sevilla por la que se condenaba a los quince miembros de la misma explicaba este método, hasta entonces inédito en España: "Consiste en marcar las cerraduras mediante la introducción de un molde o señal en las mismas que permitiría, una vez vigilada y constada la ausencia prolongada de sus moradores, extraer un molde para fabricar con instrumentos de precisión de cerrajería una llave idéntica a la orginal a partir del mismo, que posibilitaría abrir la cerradura y entrar en la vivienda, desvalijándola". Lo único que el propietario de la vivienda notaría raro al llegar a su casa es que la puerta sólo estaba cerrada sin que le hubieran echado la llave.

La investigación del Grupo de Robos de la Policía Nacional permitió conocer cómo funciona la mafia georgiana, que siempre presenta una estructura piramidal. En la cúspide están los dirigentes de mayor importancia, que se denominan a sí mismo kanonieri qurdi (traducido como ladrones en ley). Éstos suelen estar siempre en Georgia y toman las principales decisiones operativas. En un segundo escalón estarían los smotryachi o jefes nacionales. Aquí podría ubicarse al mafioso detenido la semana pasada en Felipe II. En un tercer estrato están los paleogenet o jefes regionales, que tienen acceso a la caja común u obshchak.

Las células españolas envían dinero a una caja común en Georgia, que paga fianzas y abogados

A esta caja común, ubicada en Georgia, tienen obligación de realizar aportaciones económicas todos los miembros de la organización. De ella sólo pueden hacer uso mediante autorización del jefe regional, que a su vez han de pedir permiso a los niveles superiores, para sufragar los gastos de alquiler, desplazamientos, manutención y, especialmente, las fianzas y las minutas de los abogados en el caso de que alguno de los miembros de la red fuera detenido. En el escalón más bajo de la organización se encuentran los chestiorki o peones. Algunos de ellos son toxicómanos reclutados en Georgia, que viajan por diferentes países europeos y por diferentes ciudades españolas de modo itinerante, provistos de pasaportes y documentos de identidad falsos, vehículos con matrículas de otros países y útiles de cerrajería.

La organización tiene su propio código de conducta. Entre sus normas está el no trabajar y vivir sólo de la actividad ilícita, así como la obligación de apoyar a otros miembros de la banda. Otros principios son mantener el secreto absoluto sobre sus cómplices y enseñar a los nuevos sus técnicas y habilidades delictivas. Algunos jefes llevan tatuajes con la que refuerzan su pertenencia a la organización, como una estrella de ocho puntas, un murciélago, las iniciales de la palabra lobo en ruso o la cruz ortodoxa en los dedos.

Son verdaderos profesionales del robo y resulta muy difícil obtener pruebas contra ellos. Cuando entran en un piso, lo hacen tras haberlo sometido a una estrecha vigilancia y a sabiendas de que en ese momento no hay nadie dentro. Casi nunca dejan huella. De los pisos se llevan principalmente joyas, relojes y aparatos electrónicos, como tabletas, ordenadores portátiles, cámaras de fotos. Las joyas son vendidas en establecimientos legales de compro oro. Este trabajo lo hacen otros miembros de la banda que tengan residencia legal en España, o bien aportando una documentación falsa. El dinero obtenido se envía a Georgia a la caja común. En el caso de la banda desmantelada hace dos años, la Policía pudo acreditar el envío de 139.063 euros a través de tres agencias.

Cada integrante de aquella banda tenía unos roles muy específicos. Había quien se encargaba de las vigilancias, quien se dedicaba a abrir las puertas y quien aportaba su documentación legal para alquilar pisos a otros miembros de la banda. Los investigadores denominaron a uno de los grupos que operaba en Sevilla como la célula Brenes-Fedra, porque los delincuentes residían en dos viviendas situadas en Brenes, una, y en la calle Fedra de la capital, en la Macarena, la otra. Cuando fueron detenidos, la Policía les intervino varios objetos robados, pese a que los ladrones se suelen deshacer de ellos en cuestión de horas. Además, les requisaron tres amoladoras, 12 limas, 13 llaves Allen, sierras, sierras de calar, varias cerraduras de distintas marcas, tijeras de podar, un tornillo de banco, destornilladores, punzones, cúters, una llave fija, alicates de corte, estuches de herramientas, diversos juegos de llave, una jeringuilla y una linterna. Útiles con los que fueron, durante algo más de un año, la pesadilla de la Policía.

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