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Andalucía

Retrato de patera desde el espacio

  • La Comandancia de la Guardia Civil de Algeciras colabora en la localización y el rescate de unos inmigrantes a la deriva en una neumática usando un satélite aeroespacial

Llueve sobre mojado. Un diluvio de cadáveres precipitados al mar. En 48 horas el Mediterráneo devora a 705 personas en sólo dos naufragios. Uno, a 18 kilómetros de la costa septentrional de Libia. El otro, a 50 kilómetros al sur de Creta. Los guardias civiles del Centro de Coordinación para la Vigilancia Marítima de Costas y Fronteras (NCC/Eurosor) en Madrid inician la jornada del martes 16 de septiembre último con tan aterradora cifra en la mente.

Ellos saben, sin embargo, algo que otros muchos ignoran. Esa suma amenaza con incrementarse, drásticamente, en las próximas horas. Hay otra embarcación perdida en algún lugar del Mar de Alborán. Una lancha con decenas de personas a bordo, que lleva ya casi dos días desaparecida.

Si los miembros del NCC/Eurosur saben eso es por un proceso de análisis de inteligencia, a raíz de informaciones logradas en el marco de la operación Indalo; una misión que la Guardia Civil desarrolla desde hace cuatro años, por encomienda de la Agencia Europea de Fronteras Exteriores (Frontex).

La primera alerta llega en la madrugada del lunes. Dos embarcaciones, abarrotadas de emigrantes, han zarpado hacia España, surcando la Mar Chica, una albufera frente a Nador (Marruecos). Las lanchas partieron a las cuatro de la mañana y han arrumbado hacia la costa española.

NCC/Eurosur pasa este primer dato a su nodo coordinador en el Sur peninsular: el Centro Regional para la Vigilancia Marítima del Estrecho, en la Comandancia de la Guardia Civil en Algeciras, bajo mando del coronel Marcial Vázquez Ginel. En dicha dependencia está destinado un capitán de la Gendarmería Real de Marruecos, que oficia como enlace con dicho país. Horas más tarde, llega un mensaje de retorno: una patrullera marroquí ha hallado una de las dos embarcaciones y traslada a tierra a sus ocupantes. De la otra, ni el menor rastro.

El teniente coronel Eduardo Lobo Espinosa, jefe de NCC/Eurosur, solicita el concurso de un satélite de búsqueda a la central de Frontex en Varsovia (Polonia). La Agencia Europea de Fronteras Exteriores y la Agencia Espacial Europea (ESA) tienen un convenio para usar esos vehículos aeroespaciales, en misiones de rescate marítimo.

La mayoría de los ingenios gestionados por ESA se emplazan en la órbita terrestre media (la que va desde los 10.075 a los 20.150 kilómetros de altitud). Esto comporta una desventaja técnica conocida como "tasa reducida de revisita". Es decir, no logran volver a pasar cenitalmente sobre una misma zona, sino hasta diez o doce horas después de su tránsito precedente. Los costes de operación de un satélite en la órbita media de la atmósfera oscilan entre 22.000 y 30.000 euros a la hora, según los requerimientos que se pidan (transmisión, geolocalización, posicionamiento, análisis de datos…).

Frontex confirma al Centro Nacional de Coordinación para la Vigilancia Marítima de Costas, que le asigna un satélite rastreador durante dos horas. En concreto, les ceden al Radsat-2, un veterano ingenio de comunicaciones con capacidad de localización marina. Este artefacto sólo podrá rastrear el área donde creen que anda la embarcación perdida, desde las 17:50 a las 19:50 horas de esa misma tarde. Luego, la zona quedará fuera de su alcance. Los guardias civiles de NCC/Eurosur comienzan un afanoso trabajo. Ya tienen satélite, pero ahora deben indicarle qué buscar y cómo hacerlo. Esa es su tarea primordial. Hacer cuanto sea posible (e incluso imposible), para evitar la pérdida de nuevas vidas humanas.

"Decidimos priorizar tres parámetros de búsqueda -explica el teniente coronel Lobo-. Instruimos al satélite para buscar un objeto flotante de menos de 11 metros; a la deriva o a menos de dos nudos (4 kilómetros por hora). También, que careciese de señal AIS".

El transpondedor naval AIS(acrónimo inglés para Sistema de Identificación Automática) emite una señal al ser estimulado por un adecuado pulso electrónico externo. Esa respuesta sin palabras permite ubicar al barco que la envía sobre una pantalla cartográfica.

Para la comandante Alicia Vicente, el teniente Francisco José Acosta, el sargento David Herrera y sus especialistas de operaciones del Centro Nacional de Coordinación siguen horas de labor ardua y difícil. Salvo algún prototipo militar clasificado, la mayoría de los ingenios civiles no brindan información a tiempo real. Sus observaciones, convertidas en dígitos, deben ser transmitidas electrónicamente a través de una red de estaciones, hasta llegar a los centros de coordinación. Ese es el caso de los de Frontex, tanto en Varsovia como Madrid. Una vez allí, los datos han ser decodificados y analizados por expertos.

En esa pugna contrarreloj, los guardias civiles de NCC/Eurosur logran dar con una pista. Una de las ortofotos captadas presenta una manchita roja sobre el fondo negro que figura la fría superficie del mar nocturno. Esa diminuta mácula bermeja puede ser un indicador infrarrojo de la existencia de seres vivos, con temperatura corporal cálida. El satélite proporciona además unas coordenadas decimales. Su trasposición a datos cartográficas equivalen a los 35º 50' 33'' N y 3º 29'14" O, una ubicación del cuadrante marino que la Frontex designa como N-3.

La referencia es transmitida de inmediato a la Comandancia de Algeciras y más concretamente a su Centro Regional para la Vigilancia Marítima del Estrecho. El jefe de esta última dependencia, capitán Ovidio Corredor, y sus ocho guardias civiles alertan a todas las unidades aéreas y navales de Indalo en esa zona, que se corresponde a las aguas al través de la costa oriental de Granada y su intersección con la de Almería occidental; concretamente las de la comarca del Poniente almeriense.

Asimismo, son movilizados los buques más próximos a ese área: una corbeta de la Armada española, una patrullera del Servicio Marítimo de la Guardia Civil y un buque polivalente de rescate de la Marina de Guerra francesa, adscrito también al dispositivo de Frontex y bajo mando de la Benemérita. Con la llegada del amanecer, un avión de patrulla marítima ATR-42-400 de la Guardia de Finanzas italiana, despega desde Almería para incorporarse a la búsqueda,

Esta aeronave avista y fotografía a la embarcación: una neumática de siete metros de eslora, que anda al garete. Su motor fueraborda, un híbrido improvisado con piezas de otros varios, carece de potencia impulsora. El sobrecalentamiento ha desajustado el eje de la hélice. Es sólo un trasto inútil que se limita a hacer ruido, sin corregir siquiera el abatimiento de la neumática, por las corrientes marinas.

En las primeras horas del jueves 18, arriba a la zona el navío de Frontex más cercano: el buque multipropósito A-664 Malabar de la Armada gala. A bordo de ese navío se encuentra destacado el capitán Enrique Moyano, del Servicio Marítimo Provincial en Cádiz de la Guardia Civil, con base en Algeciras. Su misión es servir como oficial de enlace y operar la denominada "maleta Frontex", un dispositivo instrumental que permite al buque francés enlazar con los sistemas de la Agencia Europea de Fronteras Exteriores, para recibir o transmitir datos; así como enviar imágenes y filmaciones de vídeo.

Las 35 personas que ocupan aquella balsa con destino al infierno reciben los primeros socorros y son luego transferidas a la guardamar Caliope, un buque de intervención rápida de Salvamento Marítimo, que las conducirá a puerto almeriense, donde llegan la jornada del 19 ultimo.

La noticia del rescate causa auténtico impacto en el seno de Frontex. Varsovia participa al Centro de Coordinación para la Vigilancia Marítima de Costas y Fronteras de la Guardia Civil en Madrid que, por vez primera, se ha conseguido localizar por satélite a una embarcación de tan escasas dimensiones y a la deriva.

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