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Adriana schlittler. poetisa, profesora de latín y griego

"Hay más poetas que lectores de poesía"

  • La autora de tres poemarios, 'Parches' es el último, encuentra en la costura la paz espiritual del artista hiperactivo.

–¿Hay electricidad cultural en España ahora? 

–Todas las malas épocas, y ésta lo es, potencian las ganas de crear. Hay mucha voluntad de hacer cosas sencillamente porque la gente está desocupada y necesita realizarse. Quizás no se perciba todavía, pero la creación aparecerá.

–Este país lee poco en comparación con el entorno europeo. Si la prosa sufre, el verso debe estar ahogado.

–La poesía la leen los de siempre. Dicen que es el único género literario con más escritores que lectores. La forma de enseñar desde la escuela transmite a los niños el mensaje de que se trata de un ejercicio intelectual demasiado elevado cuando es justo al revés. La literatura en general está muy mal enseñada en este país. Al crecer los niños con ese prejuicio, hay muy pocos lectores.

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–El problema de la literatura es que se no se lee, sino que se enseña, y se enseña de una manera muy académica. Obligas a los niños a memorizar un texto sobre quién era Garcilaso y quién Lope de Vega, pero no les enseñas a Garcilaso o a Lope de Vega. Es importante saber contextualizar, pero repetir fórmulas convierte la literatura en algo muy mecánico y no permite comprender la magia de España en este terreno.

–Recuerdo las clases hace 25 años. Nos obligaban a interpretar, cuando consumir arte es sobre todo un proceso sensorial.

–No sólo eso. Cada niño se hace sensible con un registro diferente. Hay que encontrar las motivaciones de una persona para adaptar la literatura a su gusto. No todos los niños de 12 años se van a entusiasmar con La Celestina, El Quijote o El Árbol de la Ciencia. Si les gusta leer cómics, poténcialo, porque eso acabará llevando a otros terrenos. También hay que enriquecerles con literaturas de otros países. ¿Cómo conoce un chaval a Bukowski? Estudiándolo en el colegio no, desde luego.

–Con seis años, escuché por primera vez en labios de una profesora Platero y Yo. Han tenido que pasar 30 para comprarlo. Podría ser uno de los efectos colaterales del sistema.

–Hay otro error que es el uso que se hace en los colegios e institutos de las bibliotecas, que para los niños son como un aula de castigo. Allí van a estudiar, a hacer los deberes. No se les presenta como un espacio lleno de libros donde tras cuatro horas puedes encontrar lo que te gusta. Si se concibieran como un lugar atractivo donde descubrir obras por iniciativa propia, las cosas cambiarían mucho.

–Un poco de autocrítica: ¿Cómo se reiría de los poetas actuales y de sí misma?

–Me río mucho de cómo funcionan las modas. Hace unos años la tendencia era hablar de pájaros. Todos los poetas utilizaban esa palabra, pero lo peor es que revisas tus textos y también aparece. Ahora triunfa la palabra piedra. Leo mi último libro y vuelvo a darme cuenta de que las modas se apoderan de nosotros sin que lo percibamos siquiera.

–¿Cuál es su palabra favorita actualmente?

–Piedra. Precisamente [abro al azar su poemario y nos la encontramos]. Alejandra Pizarnik (autora argentina que se suicidó en 1972) la utilizaba mucho.

–Hay mil métodos para escribir. ¿Cómo construye sus poemas?

–La literatura se desarrolla a veces en momentos de caos, cuando me siento sola o en una situación difícil. Ahí surge una necesidad acuciante de escribir. Pero entonces escribo con rabia. Son sólo bocetos. De la incoherencia surge la literatura, pero la cordura se necesita para corregir los textos. La clave de la maduración del escritor es el reposo. Y también he aprendido que la literatura es un trabajo. Me impongo unas horas para ir a la biblioteca, tomar notas y leer, que es como me entran las ganas de afrontar mis propios proyectos.

–¿No cree que la poesía es a menudo demasiado críptica y que es eso lo que la aleja del lector?

–Yo lo he sido. Y por eso Parches se convirtió en un ejercicio literario brutal. Sin utilizar ritmos contundentes, sin ser demasiado hermética o barroca.

–En esa colección menudea la palabra madre.

–Es mi infancia, mi familia; es llevar gafas y un parche; es ser un patito feo.

–Con apenas ocho años tuvo que dejar Brasil y mudarse a España.

–Escribo de las cosas que abandono. Hay una mitad de mí que forma parte de algo que desapareció, mi infancia me fue arrebatada, me obligaron a desenvolverme en un lugar que no era el mío, y poco a poco va desarrollándose una mujer llena de taras.

–El dolor es la gasolina. Pero a veces su poesía se muestra graciosamente chulesca.

–Parches es una cronología. La niña es así, chulesca a veces. Cuando se hace mujer es cuando se va acobardando. Se deja pulir por el tiempo.

–El libro comienza con un fragmento precioso de un poema de Sylvia Plath: “You will be aware of an absence, presently, growing beside you, like a tree (Notarás una ausencia, de repente creciendo a tu lado, como un árbol)”. ¿Nunca ha pensado escribir en otro idioma?

–Si tuviera que elegir, me decantaría por el latín o el griego. Ambas son lenguas maravillosamente rítmicas. Lo malo es que entonces la cagaría, porque intentaría parecerme a los grandes maestros y eso es imposible.

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