Pablo Barragán. Clarinetista

"Me gustaría tocar con John Axelrod y la ROSS el concierto de Copland"

  • La VIII edición de Utrera Suena contará como profesor con este solista de Marchena formado en la OJA y la Fundación Barenboim-Said cuya carrera interpretativa deslumbra en Centroeuropa.

En 2009, con apenas 22 años, Pablo Barragán (Marchena, 1987) se instaló en Basilea (Suiza) para estudiar con el clarinetista François Benda, solista invitado de las principales orquestas del mundo, como la Filarmónica de Viena. Seis años más tarde, este nieto de olivarero e hijo de maestra sin relación familiar alguna con la música profesional es aclamado en Centroeuropa como uno de los solistas más interesantes y exigentes de su generación. Su fama se acrecentó tras ganar el prestigioso premio Credit Suisse para jóvenes intérpretes del Festival de Lucerna de 2013. El próximo 22 de agosto, Barragán debutará en el Gstaadt Menuhin Festival -considerado junto al de Lucerna y el Verbier Festival el certamen helvético más importante- con un doble programa que incluye transcripciones de canciones francesas e italianas y la Sonata nº2 de Prokofiev transcrita para clarinete. Le acompañará la pianista Maki Wiederkehr. Antes, del 13 al 17 de julio, se estrenará como profesor de la VIII Escuela Internacional de Flamenco y Música Clásica Utrera Suena, donde tendrá como colegas docentes a, entre otros artistas, la cantaora Rocío Márquez, el pianista Dorantes, el guitarrista clásico Antonio Duro y el percusionista Antonio Moreno.

Con su afabilidad y humildad características, el marchenero es parte de esa generación de intérpretes cuya historia personal se cruza con la génesis de la Orquesta Joven de Andalucía (OJA) bajo la batuta de Michael Thomas y, después, con la Academia de la Fundación Barenboim-Said. De aquellas promociones surgieron alumnos que hoy trabajan en las más importantes orquestas internacionales, como la oboísta jiennense Cristina Gómez Godoy-solista en la Staatskapelle de Berlín- o el onubense Lucas Macías, oboe solista de la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam.

-Acaba de triunfar en el Alcázar de Sevilla con la Orquesta Bética dirigida por Michael Thomas, en una velada muy simbólica en la que se reencontró con muchos de sus compañeros de estudios de la OJA. ¿Qué recuerda de sus inicios como estudiante de música?

-Se conoce mucho la vida de los futbolistas desde que son alevines, se sabe que sus familiares los acompañaban a los desplazamientos, pero no se cuenta nada de todos esos padres que llevan a sus hijos al conservatorio superior desde pueblos lejanos, que fotocopian partituras y aguardan horas en los cafés de la calle Jesús del Gran Poder para hacer posible nuestros estudios. Aunque mi abuelo materno tocó el clarinete cuando estuvo en la mili nunca hubo un músico profesional en mi familia. Mi abuelo paterno trabajaba en los olivos. A mis padres les gusta la cultura, el teatro y la música, pero cuando era niño les recuerdo escuchando a Mecano y Serrat. Mi primer contacto con los atriles se lo debo a mi madre, una maestra muy partidaria de plantear actividades diferentes para despertar los sentidos y que, con tres años, me llevó a casa de una joven música para que jugara con ella y fuera conociendo los sonidos. En torno a esos años se creó la Banda de Música de Marchena y me apunté con otros 50 niños; hacíamos excursiones, lo pasábamos bien. Empecé como saxo soprano, que fue el instrumento que me tocó en el reparto: entonces tenía cinco años y las manos no me llegaban al clarinete. Al año y pico me pusieron a tocar el clarinete y me pegué la llantina típica porque no quería cambiar. En Marchena preparé con María de los Ángeles Atalaya las pruebas para Grado Medio. Y fue en el Conservatorio Superior Manuel Castillo de Sevilla donde encontré a mi mentor, Antonio Salguero. Él, natural de Dos Hermanas y primer clarinete de la Orquesta Bética, es uno de los mejores clarinetistas de la historia de España aunque no se da nada de bombo. Lleva mucho tiempo sacando alumnos excelentes del Conservatorio. Antonio Salguero te inculca la mentalidad del esfuerzo, del trabajo, el compañerismo y la autocrítica, que es algo bastante inusual en España. Te invita a pararte a pensar. Tiene muchísima pedagogía y te hace ver las cosas de manera muy constructiva.

-¿Cuándo comenzó a compaginar los estudios en el conservatorio con la actividad orquestal?

-Cuando todavía estudiaba el Grado Medio del Conservatorio me presenté a las pruebas para entrar en la OJA. Cuando me vi en las listas en 2003 no paré de dar saltos de alegría. Estuve allí cinco años y al cuarto entré también como alumno de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said, donde tuve la suerte de tener como maestro a Matthias Glander, que es clarinete solista de la Staatskapelle de Berlín. Permanecí en la OJA hasta que los ensayos me coincidieron con los de la West-Eastern Divan Orchestra y el propio Michael Thomas me animó a dar el salto. Thomas es de una generosidad increíble y no dudó un instante en que aquello sería un paso muy importante para mí. Siempre miraba lo mejor para nosotros.

-¿Qué destacaría del legado de Thomas al frente de la OJA?

-Michael Thomas creó un ambiente y una manera de trabajar increíbles. Queríamos ser una orquesta cuyo sonido la gente admirara. Los frutos de aquel trabajo, 20 años después de que se fundara la OJA, pueden verse en toda Europa. Estudiábamos en la iglesia de San Luis y nos concentrábamos en Pilas, en Mollina, en Málaga en el seminario... Recuerdo aquellos días, 10 o 15, ensayando a un ritmo frenético desde las 9 de la mañana. Terminábamos de estudiar a las 23:00 y luego hacíamos conciertos informales de obras que eran muy emocionantes. Siento un orgullo increíble por haber coincidido en la OJA con varias generaciones de músicos irrepetibles. Fíjese en el granadino Ramón Ortega Quero, uno de los mejores oboístas españoles de la historia y principal solista de la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara, que también pasó por la OJA y fue seleccionado por Barenboim para el Diván, o como José Luis García, principal oboe de la Frankfurt Radio Symphony Orchestra...

-¿Cómo fue su primer contacto profesional con Barenboim?

-Era 2007 y prácticamente yo no había salido nunca al extranjero, salvo a Châteaudun, la ciudad francesa con la que mi pueblo está hermanado. Ahora suena muy ñoño pero en aquel momento lo vivía todo tan intensamente que me agobiaba mucho con el inglés y no me enteraba de los números en los ensayos. Tenía que dejar que tocaran las dos primeras notas para saber en qué página estábamos. Los primeros ensayos con Barenboim eran de una expectación absoluta, temblaba ante la posibilidad de tocar para una figura tan importante en la historia de la música. Estuvimos tres días preparando el programa con su asistente y cuando al cuarto día llegó el maestro supe que tenía que aprovechar la oportunidad. Pensé, como tantos otros jóvenes, que nunca hubiera soñado con verme allí cuando empezaba a tocar en la banda de mi pueblo, y que al fin habían tenido sentido todos los desplazamientos de Marchena a Sevilla, las clases con Antonio Salguero para que me esforzara más, el apoyo de mis padres, que lo costearon todo... Mi única beca me la dio en 2009 la Fundación Caja Madrid, gracias a la cual pude trasladarme a Basilea a estudiar bajo la tutela de François Benda. Fue precisamente un clarinetista del Diván que hoy es primer solista con Barenboim en la Ópera de Berlín quien me animó a formarme con él.

-¿Qué papel han jugado los concursos en su trayectoria?

-Al principio no me planteaba hacer conciertos de solista sino estudiar, hacer música de cámara y mejorar. En mi primera clase en la Akademie Basel había once clarinetistas y ninguno del mismo país. Todos tenían unos currículos increíbles así que o te ponías las pilas o te volvías a casa. Pero en mi tercer año de estudios mi profesor me animó a presentarme a concursos con un sentido constructivo. Lo importante, me decía, era estudiar, preparar un repertorio lo mejor posible, grabarte, escuchar lo que te dicen los compañeros... y el día señalado, lo interpretas. Con ese objetivo a la vista me presenté en 2011 al concurso de Juventudes Musicales de España y gané el primer premio en la sección de viento-madera, que consistía en una serie de conciertos en lugar de dinero en metálico. Fue un hito para mí actuar en el Teatro Monumental de Madrid con la orquesta de la RTVE y el concertino Miguel Borrego al que había visto tocar el violín tantos sábados por la mañana en televisión desde que era niño. Y así seguí profundizando en el repertorio con piano. Al año siguiente, en 2012, participé en la ARD Munich International Competition, un concurso al que sólo invitan a 30 intérpretes de entre miles de solicitudes, por lo que en sí estar ahí ya era un premio. Pero además logré un galardón especial, lo que me animó a seguir preparando repertorio solista.

-¿Echa de menos el formar parte estable de una orquesta?

-A mí me gusta mucho trabajar en equipo, pero lo cierto es que mi carrera se ha ido desarrollando así, como solista y músico de cámara. No estoy en plantilla con ninguna orquesta aunque sigo vinculado al Diván, con el que actué por última vez en Andalucía en las funciones de Tristán e Isolda que dirigió Barenboim. Hago proyectos de cámara con compañeros que me llaman y otros músicos pero no hay nada fijo. De momento me planteo quedarme en Basilea porque volver a España está muy difícil y porque allí, en el centro de Europa, surgen oportunidades, hay directores de todo el mundo y estás bien conectado. Ahora incluso hay vuelo directo a Sevilla, por lo que puedo paliar la nostalgia. Hay muchas cosas del sur que echo de menos en Suiza pero nunca me falta el aceite de oliva, que me llevo de la cooperativa del molino Los Pérez de mi pueblo.

-¿Con qué repertorio se siente más identificado?

- Tengo un carácter pasional y soy una persona muy emocional. Me va mucho el repertorio romántico y neoclásico pero me apasiona la música contemporánea y me encantaría tocar a compositores de ahora. Hay dos conciertos que me absorben completamente, uno de ellos es el Concierto para clarinete de Carl Nielsen, que te da muchas posibilidades expresivas. Si tengo que tocar algo de manera muy escolástica me siento limitado, enjaulado, y eso no me pasa con Nielsen. Este concierto, sobre una persona que padece esquizofrenia, presenta dos caras: momentos muy dulces, suaves y pequeñitos, y de pronto una explosión de locura y libertad. También me identifico mucho con el Primer Concierto para clarinete y orquesta de Weber, de una energía increíbles. Aaron Copland me entusiasma y me gustaría interpretar algún día con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) su Concierto para clarinete, ahora que el director, John Axelrod, es también norteamericano. Vivimos en un momento social muy complejo, todo está cambiando, y me apetecería estrenar música compuesta ahora. En Suiza se apuesta mucho más que en España por los compositores actuales aunque poco a poco esto está cambiando. Recientemente la ROSS estrenó una obra de Alberto Carretero y fue algo estupendo, pero se puede hacer mucho más y para eso hace falta apoyo institucional. Para mí sería maravilloso estrenar un concierto de clarinete.

-Axelrod avanzaba en una entrevista con este medio que en su etapa como director artístico de la ROSS estrechará los lazos con la OJA y la Fundación Barenboim.

-La OJA debería ser una cantera para las cuatro orquestas andaluzas. Hay tantos clarinetistas de grado superior maravillosos... Y pienso, ¿qué van a hacer cuando terminen sus estudios?; ¿cómo ayudas a ese chaval con un potencial enorme a encontrar una salida profesional? En España hay un problema de planificación a largo plazo. Por eso lo que hizo Thomas con la OJA debería servir de referencia porque era un proyecto a futuro que ha servido a varias generaciones de jóvenes, y hay que lograr que esa cantera siga creciendo. Aquí hay sitios donde las cosas se hacen muy bien. Por ejemplo, la ROSS, la OJA, la Academia de Estudios Orquestales o el Festival Turina, que trae a solistas que son maestros en Basilea... Hay materia, pero hace falta ponerle ganas, moldearla y valorarla más porque nuestros músicos se merecen portadas como los futbolistas.

-¿Cómo podría aprovecharse el papel de las bandas en la formación y salida profesional de los músicos andaluces?

-Andalucía es una tierra con una tradición riquísima de bandas, y me parecen fundamentales en la formación de miles de músicos de cada pueblo, cada ciudad: se crean lazos, amistades, experiencias, son momentos inolvidables. Yo también empecé en la banda de mi pueblo, es algo que digo con orgullo, y me parece que podrían potenciarse apoyándose en la formación que aportan las escuelas de música. Ese tejido, si se organiza bien, es un entorno fantástico en el que los niños adquieren una formación básica muy potente que tendrán para siempre. El lenguaje musical, el coro, el dictado... son ejercicios rítmicos, melódicos, de coordinación y experimentación que despiertan los sentidos. Tenemos bandas fantásticas y para que pudieran convertirse en una salida profesional quizás habría que convertirlas en instituciones (que algunas lo son) como empresas profesionales con sus trabajadores, sueldos y contratos. Personalmente respeto al máximo a todos los músicos de las bandas, porque sé lo que es tocar semanas santas, dianas de feria, pregones, procesiones de Corpus...

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