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Fría despedida de Halffter

sinfónica de sevilla

16º de abono. Solistas: Solen Mainguené, soprano; Alexandra Rivas, mezzosoprano; José Luis Sola, tenor; Egils Silins, bajo. Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. ROSS. Director: Pedro Halffter. Programa: 'Un superviviente de Varsovia' de Arnold Schoenberg; Sinfonía nº9 en re menor Op.125 'Coral' de Ludwig van Beethoven. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 25 de junio. Aforo: Casi lleno.

Empezaré por el final: Pedro Halffter afrontó ayer el primero de sus dos conciertos de despedida como director artístico de la ROSS. Independientemente de la conocida degradación del ambiente laboral de los últimos años, no habría estado mal un gesto por parte de los profesores de la ROSS cuando la mayoría del público se puso en pie para aclamar al que ha sido su director durante toda una década. La frialdad absoluta de los músicos en escena resultó cuando menos chocante.

Cierto que la Novena beethoveniana que dejó el maestro madrileño pareció querer contribuir a ese clima de frialdad, pues a Halffter le quedó una interpretación un poco a medio camino de ninguna parte. Tras el poderoso expresionismo de Un superviviente de Varsovia de Schoenberg, interpretado con más sentido analítico que auténtica terribilità, afrontó Halffter la magna obra beethoveniana con un dispositivo orquestal enorme, un poco a la antigua, que si parece necesario para equilibrar el tamaño del coro, ocasiona problemas de equilibrio entre secciones: el predominio de la cuerda parece inevitable. En cambio, en materia de fraseo y articulación, el maestro madrileño quiso acercarse a las tendencias más modernas de interpretación beethoveniana, pero sin la coherencia requerida, pues el vigor de las partes más rápidas (Molto vivace, por ejemplo) se vio incomprensiblemente arruinado en partes del Allegro inicial, blando en acentos y sin grandiosidad alguna, y sobre todo en un Adagio plano, cantable, sí, pero absolutamente superficial, sin la menor capacidad para emocionar.

El equilibrio se resintió también en el final, con un cuarteto vocal al que faltó una mayor cohesión: la voz poderosísima y brillante de la soprano Mainguené, con agudos rozando lo estridente, hizo inútiles los esfuerzos de la mezzo Rivas para hacerse oír, mientras el bajo Silins mostró un canto tonante, pero no demasiado refinado. Más fino Sola y también el coro, especialmente la parte femenina.

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