Muere Maurice Jarre, el maestro que hizo música las pasiones

Fallece a los 84 años el compositor francés autor de las bandas sonoras de 'Lawrence de Arabia' y 'Doctor Zhivago' y que revitalizó las partituras sinfónicas para el cine

Jarre, en el Festival de Berlín, el pasado mes de febrero, donde recibió el Oso de oro honorífico.
Jarre, en el Festival de Berlín, el pasado mes de febrero, donde recibió el Oso de oro honorífico.
Carlos Colón / Sevilla

31 de marzo 2009 - 05:00

En 1962 la música cinematográfica sinfónica -que había reinado en las pantallas desde el sonoro- agonizaba por razones biológicas (Victor Young muere en 1956 y Erich W. Korngold en 1957, Franz Waxman se retira en 1962 y Max Steiner en 1964) y por razones estético-industriales (la moda de la banda sonora pop-jazz arrinconó a los sinfónicos, representándolo los despidos de Dimitri Tiomkin de Hatari! en 1962 y de Bernard Hermann de Cortina rasgada en 1966, tras años de trabajar con Hawks y Hitchcock, siendo sustituidos por los pop Henry Mancini y John Addison). Triunfaba la banda sonora pop-jazz mientras Alex North (Espartaco, 1960), Elmer Bernstein (Los siete magníficos, 1960) o Jerry Goldsmith (Freud, 1962) aportaban otras formas de entender la composición sinfónica.

En este contexto David Lean, en plena posproducción de Lawrence de Arabia, rompía con el compositor Malcolm Arnold, con quien había trabajado en El puente sobre el río Kwai, y buscaba frenéticamente un músico que aunara prestigio, comprensión del insólito carácter de superproducción intimista y de autor que singularizaría a esta obra maestra y ductilidad para adaptarse al revolucionario uso dramático que pensaba hacer del sonido estereofónico, fundiendo elementos analógicos (ruidos) y musicales. Tras una intensa búsqueda, en la que incluso contactó con el prestigioso Aram Khatchaturian, eligió a un joven compositor francés de prestigiosa trayectoria en el teatro y experiencia cinematográfica limitada a su país. Era Maurice Jarre.

Nacido en 1924 y formado en el Conservatorio de París, Jarre hizo sus primeras composiciones para el teatro, trabajando con los prestigiosos Jean Louis Barrault en el Theatre Marigny y con Jean Vilar en el revolucionario Theatre National Populaire (TNP) que fue el alma del festival de Avignon. En el cine -ignorando la naciente Nueva Ola, salvo algunos cortometrajes con Resnais y Demy- había trabajado sobre todo con Georges Franju en Hotel des invalides (1952), La tete contre les murs (1958), Les yeux sans visage (1960), Plein feux sur l'assassin (1961) y Therèse Desqueyroux (1962), a la que uniría posteriormente Judex (1964) formando un excepcional sexteto. Lean dio un salto en el vacío al escogerlo para su superproducción más personal y ambiciosa. Y Jarre le correspondió al aceptar un trabajo tan descomunal con poco tiempo para componerlo. Pero ambos triunfaron: Lawrence de Arabia, además de inmortalizarlos, inició una relación que produjo frutos tan extraordinarios como Doctor Zhivago (1965), La hija de Ryan (1970) y Pasaje a la India (1984).

Tras este éxito, que le valió su primer Oscar, Jarre se estableció en Hollywood, trabajando para los más grandes: Wyler (El coleccionista, 1964), Frankenheimer (Grand Prix, 1966; El hombre de Kiev, 1968), Litvak (La noche de los generales, 1967), Brooks (Los profesionales, 1967), Hitchcock (Topaz, 1969), Stevens (El único juego en la ciudad, 1970), Huston (El hombre de Mackintosh, 1969; El juez de la horca, 1972; El hombre que pudo reinar, 1975), Kazan (El último magnate, 1977), Eastwood (Firefox, 1982), Mazursky (Enemigos, una historia de amor, 1991), Weir (El año que vivimos peligrosamente, 1983; Único testigo, 1985; La Costa de los Mosquitos, 1986; El club de los poetas muertos, 1988) o Apted (Gorilas en la niebla, 1988).

Volvió poco por Europa, pero en cada ocasión compuso una obra maestra: ¿Arde París? (Clement, 1966), Isadora (Reisz, 1968), Jesús de Nazareth (Zeffirelli, 1977) o El tambor de hojalata (1979) y El falsificador (1982) de Schlöndorff. Junto a Ennio Morricone, Michel Legrand, Georges Delerue y John Barry, formó el quinteto de oro de la nueva música cinematográfica europea de los años 60 y 70. Visitó Sevilla en 1989 para dirigir su música en los desaparecidos Encuentros Internacionales de Música de Cine. ¿Su contribución? Un estilo musical personalísimo. Un instinto natural para el efecto espectacular y la música dramática. Una capacidad innata para decir en música las más íntimas emociones de los personajes. Imagínense el desierto interior y exterior de Lawrence sin su música, a Lara sin su tema, la liberación de París sin su vals o a Connery y Caine queriendo ser reyes sin sus burlones aires marciales. Por ello fue nominado nueve veces al Oscar, ganándolo tres; once veces al Globo de Oro, ganándolo cuatro; cinco veces a los Grammy, ganándolo uno; y obtuvo por su toda su carrera el premio de la Academia Europea de Cine y el Oso de Oro del Festival de Berlín.

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