“Me pregunto si la política consiste en llegar al bien a través del mal”

El escritor Javier Cercas presentó en Sevilla su último libro, ‘Anatomía de un instante’, donde analiza a partir del golpe de Estado del 23-F la “pirueta de la historia” que fue la Transición

“Me pregunto si la política consiste en llegar al bien a través del mal”
“Me pregunto si la política consiste en llegar al bien a través del mal”
Francisco Camero / Sevilla

22 de septiembre 2009 - 12:43

¿Han probado a repetir continuadamente en voz alta una palabra? Es un juego de niños con efectos siempre extraños. De repente sólo queda una forma vaciada de significado. A Javier Cercas le ocurrió algo similar con las imágenes del 23-F. De tanto verlas, le parecieron “irreales”: la “escena de una españolada recién salida del cerebro envenenado de clichés de un mediano imitador de Luis García Berlanga”, escribe en Anatomía de un instante (Mondadori), una “crónica histórica que debería operar como una novela” y que a él le gustaría que se leyera “como un thriller”.

El libro se organiza como una sucesión de círculos concéntricos en torno a “un gesto diáfano que contiene muchos gestos”, el de Adolfo Suárez que tras los disparos de los golpistas se queda en su asiento, “solo, estatuario y espectral en un desierto de escaños vacíos”. “Esas imágenes tienen una potencia extraordinaria. Uno de los grandes documentos de la historia de España”, dice el autor, que tuvo acceso a la grabación completa (35 minutos, lo máximo que se conserva) de aquel día de febrero de 1981.

Cercas publicó Anatomía de un instante hace algunos meses y apenas ha hecho actos de promoción. Concedió una entrevista a este periódico para hablar de su “experimento más raro”, en cierto modo “una réplica” a Soldados de Salamina, dice el escritor en Sevilla. En su obra renuncia a la ficción y se confía únicamente a la “fuerza dramática y el potencial simbólico” de los hechos documentados, a su “inesperada coherencia”, aunque a veces explora las zonas de sombra de esas horas en que “acabó una tradición de dos siglos de golpismo”.

¿Se trataba de señalar, de cuestionar las fantasías que tan a menudo adornan la historia? “Totalmente. Es un recurso perfectamente legítimo: ¿qué hubiera ocurrido si...? Una de las razones que me llevó a prescindir de la ficción fue el hecho de constatar la fabulosa cantidad de ficciones que circulaban en torno al 23-F disfrazadas de realidades. Apenas existen documentos y los hechos se prestan al delirio. Así que escribir una ficción, otra ficción, era redundante, dado que el 23-F es en sí mismo una gran fabulación colectiva”.

Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo fueron los tres únicos hombres que no se tiraron al suelo como ordenaron los militares golpistas. Cercas se pregunta por qué no lo hicieron, y a partir de las razones de cada uno de esos gestos el escritor analiza la Transición entera, ese confuso entramado de fuerzas opuestas y a veces subterráneas, una operación “totalmente improvisada” en la que algunos “sabían más o menos adónde iban, pero no por qué camino, puesto que ese camino nadie lo había hecho antes”.

En el libro refuta a Marx; la violencia, sostiene Cercas, no es la partera de la Historia, sino su “cantera”, la materia de la que está hecha. “En este sentido la Transición fue una cosa casi inédita: era intentar cambiar sin violencia un régimen dictatorial por uno democrático. Es como si la historia dijera: miren, esto es imposible”. Pero no lo fue, y “ahí se acaba la Transición, que no es más que una parte de la posguerra, y ésta, una prolongación de la guerra por otros medios. En el 23-F se acaba la guerra simbólicamente y tal vez de verdad: el día que un falangista decide jugarse el tipo por la democracia junto a un militar franquista y un comunista. Ahí acaba la guerra. Ahí ya sí”.

Hubo tantos agentes, y estuvieron los intereses de éstos tan enfrentados, que la Transición fue “una casualidad”. Cercas habla de dos golpes de estado –uno de Armada, más sofisticado; otro de Tejero, más testicular– que se confundieron en uno solo pero con disonancias; y también de un Rey que paró el golpe pero antes cometió errores que lo alentaron; de un PSOE “desesperado” por llegar al poder; de un Cesid insondable en puntos clave... Piezas de la trama que el autor analiza en un punto intermedio entre quienes defienden la “versión rosa” de los hechos y quienes por contra lo juzgan como un “enjuague ignominioso”.

La carambola salió “razonablemente bien”, asegura, gracias a una mezcla de azar e individualidades. “Ahora la democracia, sus partidos e instituciones están formados. Pero entonces no había nada, todo se improvisaba, el peso de las individualidades era mucho mayor. Y Suárez y Carrillo eran unos tipos de un individualismo feroz”.

Con el paso de los años cierta derecha “se ha apropiado de la Transición y la ha mixtificado”. Y la izquierda, “sobre todo últimamente”, mira con “reticencia” ese legado, del que se ha “distanciado”. “Decir por ejemplo que no hubo ruptura con el franquismo es de pura conversación de café”, dice el escritor sobre “algunos intelectuales echados al monte”.

En el epílogo, un Cercas emocionado confiesa que en el fondo quizás escribió el libro sólo para entender a su padre, suarista impenitente. ¿Qué es lo que no puede dejar de comprenderse? “Yo me hago una pregunta esencial y muy dura: ¿es posible llegar al bien a través del mal? ¿Consiste la política a veces en eso? Podría ser. Porque estos tipos [Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo] hicieron cosas que en rigor no deberían haber hecho, no son personajes ejemplares desde el punto de vista moral. Son los héroes de la retirada”, concluye citando a Enzensberger y acercándose a esa “ética de la traición” de la que habla en su obra y que según él propició aquella “pirueta de la historia” que fue la Transición.

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