Cultura

Brillante exhibición de un coro magistral

15º concierto de abono. Programa: 'Elías', Op. 70, de F. Mendelssohn. Solistas: Letizia Scherrer, Claudia Mahnke, Dominik Wortig y Markus Eiche. Coro Gächinger Kantorei. Director: Helmuth Rilling. Fecha: Jueves, 6 de mayo. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Dos tercios.

Hacía tiempo que la ROSS no ponía en sus atriles una gran obra sinfónico-coral y el retorno de este repertorio no ha podido hacerse con mejores elementos. En primer lugar por la pieza en sí, una obra maestra de finura, equilibrio, inspiración y fuerza expresiva, con esa capacidad de Mendelssohn para dosificar las texturas y la energía. En segundo lugar, por contar con un coro legendario como la Gächinger Kantorei. Y en tercero, por estar al frente de todo un director tan identificado con esta música como Helmuth Rilling, leyenda vida de la dirección coral.

Rilling realizó una demostración de absoluta claridad en la dirección de las fuerzas puestas bajo sus órdenes. Asombró por su capacidad para diferenciar las múltiples voces y líneas musicales, tanto corales como sinfónicas, dejando a la luz el entramado polifónico de la partitura con una total transparencia. De manera certera y sin asperezas iba dando las entradas a las secciones corales, creando un apasionante efecto acumulativo, de superposición diferenciada de las texturas hasta alcanzar la culminación de los pasajes más verticales. Optó por una orquesta de tamaño mediano, lo que ayudó a clarificar el fraseo. En lo expresivo, Rilling se decantó más por lo lírico y lo meditativo que por lo dramático, por lo que en ciertos pasajes (ataques corales, acordes de las cuerdas en los recitativos) se pudo echar de menos una mayor incisividad y una mayor acentuación.

Como era de esperar, el coro respondió de forma asombrosa por su empaste, su conjunción, la calidad de todas las secciones y su flexibilidad, especialmente en los diminuendi y en los pasajes en piano. El cuarto factor que redondeó el concierto fue el cuarteto solista, sobresaliendo la potencia, versatilidad y la expresividad de Eiche, así como el lirismo corpóreo de Wortig. Mahnke desplegó una voz clara y sólida, si bien a Schrrer le faltó un punto de brillo.

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