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Cultura

Tomás Luis de Victoria en una España de Oro

  • El Festival de Música Antigua de Sevilla dedica una de sus secciones al compositor en el cuarto centenario de su muerte

Tomás Luis de Victoria (c.1548-1611) forma con los sevillanos Cristóbal de Morales y Francisco Guerrero la gran terna de la música española del Renacimiento, esa cuyo brillo opacó durante décadas no sólo el mérito de sus contemporáneos sino la producción hispánica de los siglos inmediatamente posteriores, juzgada a menudo con un desdén que no ayudó en nada a entender el desenvolvimiento del arte musical en nuestro país.

Abulense por nacimiento, Victoria ingresó como niño cantor en la catedral de su ciudad natal, donde estudió entre otros con el sevillano Juan Navarro. En 1567, terminada su formación, fue enviado al Collegium Germanicum de los jesuitas en Roma. En la ciudad papal, el compositor residiría unos veinte años ocupando diferentes puestos y relacionándose con las principales figuras de la música de su tiempo, entre ellos Giovanni Pierluigi da Palestrina, de quien fue estrecho amigo y para cuyos funerales el músico volvería a Roma por última vez en 1594. Desde 1587, Victoria se había convertido en capellán y maestro de coro del Real Convento de las Clarisas Descalzas de Madrid, donde vivía retirada la Emperatriz María, hermana de Felipe II. A la muerte de su patrona en 1603, el músico accedió al cargo de organista de la institución que ocuparía hasta el día de su muerte, el 27 de agosto de 1611.

Este año se cumple el cuarto centenario del fallecimiento del compositor, lo que ha multiplicado los actos en torno a su figura. El Festival de Música Antigua de Sevilla le dedica también una de sus secciones que, titulada genéricamente como Tomás Luis de Victoria, joyas de una España de oro, se compone de tres conciertos y un curso que la Universidad de Sevilla ha ofrecido, en coproducción con el ICAS y la Sociedad Musical de Sevilla, como actividad de libre configuración, y se ha desarrollado entre el 16 de febrero y el 16 de marzo pasados.

Los recitales dedicados a Victoria se concentran en el segundo fin de semana del Festival, aunque tuvieron su anticipo en el concierto inaugural, cuando el grupo Intonationes incluyó en su actuación dos de los más conocidos motetes del músico. Musica Ficta afrontará mañana en la iglesia de San Alberto un programa integrado por los 18 responsorios de tinieblas, parte esencial de una de las ediciones cumbres del compositor: el Officium Hebdomadae Sanctae (esto es, Oficio de Semana Santa), publicado en Roma en 1585. El oficio incluye una colección de piezas en polifonía para los maitines de Jueves, Viernes y Sábado Santo, más algunas piezas para el Domingo de Ramos. Entre esas obras se incluye un juego de lamentaciones, que Victoria había compuesto con anterioridad, pero nunca editado, un par de pasiones, motetes, himnos y los dieciocho responsorios, agrupados en tres grupos de seis, uno para cada día, de Jueves a Sábado Santo. Se trata de piezas de singular dramatismo, en las que Victoria asume sin remilgos los principios de la pintura musical, los madrigalismos característicos del primer arte barroco. El conjunto de Raúl Mallavibarrena grabó la serie de responsorios en un disco del sello Enchiriadis con un especial énfasis sobre el sentido más descarnado de la retórica.

Este domingo se completa el homenaje del Femás a Victoria con otros dos conciertos. Por la mañana, en Santa Clara, el Coro Barroco de Andalucía, dirigido para la ocasión por el prestigioso Martin Schmidt, ofrecerá una de las 20 misas conservadas del maestro abulense, la Ave Regina Caelorum, escrita a ocho voces y que fue publicada en Madrid en 1600. La obra está escrita a partir de una antífona del propio compositor, que le da título, y se acoge al procedimiento del doble coro, que se haría habitual a principios del siglo XVII en la música sacra. La Misa se contextualiza con una serie de piezas para el Propio originales del sevillano Francisco Guerrero y se completa con un par de piezas para las Vísperas del día, un himno de Guerrero y un Magnificat del propio Victoria, también a 8 voces y también extraído de la publicación madrileña de 1600.

Por la tarde, de nuevo en la iglesia de San Alberto, la Sociedad Musical de Sevilla que dirige Israel Sánchez López se enfrenta a otra de las obras cruciales del arte de Victoria, su Officium Defunctorum, escrito en 1603 para las exequias de la Emperatriz María y publicado dos años después en Madrid. La obra, a seis voces, puede ser considerada como el más importante réquiem escrito jamás por un compositor español. A partir de la melodía gregoriana del oficio de difuntos, Victoria construye un auténtico monumento en el que la majestuosidad y la densidad de la gran polifonía clásica se dan la mano con la emoción y la sutileza retórica del incipiente arte barroco.

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