¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
CONTAMOS la inauguración de un estadio medio construido; cómo un busto presidió un palco la misma noche en que un entrenador recibió un botellazo en la cabeza; describimos otra noche para el sonrojo, con un sujeto agrediendo al portero del Betis mientras otros vándalos apalizaban a un guarda de seguridad. Relatamos cómo unos políticos con guasa impusieron de tapadillo un escudo del Betis en aquella portada del centenario sevillista, en un año 2005 cuyo guión pareció haberlo escrito Alberto Rodríguez, ese buen cineasta de filiación verdiblanca. El "somos campeón de España en el Vicente Cálderón" volvió a atronar poco después de que la Sevilla verde arrebatara la Champions a la roja. ¿Cabe más pasión cainita? Cupo. Dos años después, cuando el Betis cruza el siglo, el vecino abrocha su travesía del gozo con su quinto título en 15 meses, en los que hasta un portero marcó un gol de cabeza.
Cuántas cosas pasaron en la Sevilla futbolera. Tres hechos luctuosos se han grabado a fuego en los últimos años en el fútbol español. Y dos de ellos, cómo no, nos pillaron de lleno.
Los ascensos y descensos, las clasificaciones europeas, rompen con la monotonía en no pocas ciudades. Pero aquí, son noticias que palidecen por vulgares: un hombre que estuvo cerca de ser beatificado, hoy es lo más cercano al demonio para la mayoría de béticos, esperanzados en la Justicia.
Sevilla es insaciable. Se retuerce sobre sí misma, ávida de protagonismo. Lo último, el presidente de un club que, en pleno cargo, es condenado a prisión. Pudo desvincular al Sevilla de su persona cuando la Audiencia le impuso la pena en su día, pero Del Nido erró y se aferró al sillón para el que se sintió predestinado, desdeñando esa mácula que hoy mancilla el escudo. Y aún hay más: la napoleónica escenificación de su adiós, hoy, puede avergonzar a los que aún respetamos a la Justicia.
Que no decaiga...
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