Mark Vanderloo: "Yo ya no tengo prisa para nada"

El modelo apadrina la colección de relojes 'Monègasque' y reflexiona sobre el paso del tiempo.

Ricardo Castillejo

11 de marzo 2012 - 12:08

Considerado uno de los hombres más atractivos del mundo, Mark Vanderloo continúa siendo también, a sus 43 años, uno de los modelos más solicitados. Imagen de la colección Monègasque, inspirada en Mónaco, de la firma Roger Dubuis, el holandés se muestra sincero en una entrevista en la que relató detalles de su día a día y hablo de su mujer, Robin Van der Meer, de sus hijos, Enma y Mark, y, sobre todo, del imparable e insobornable paso del tiempo.

-¿Va tan rápido en su vida como transcurren los minutos?

-No. Yo ya no tengo prisa para nada. He corrido mucho y ahora las cosas me saben mejor lentas. Lo otro no merece la pena.

-¿Cómo se organiza la agenda?

-Pues depende de donde esté. Hace unos días fui a Nueva York, antes de eso pasé por Miami. Luego he venido para España. Voy haciendo las cosas una tras otra. Si no, me volvería loco (risas).

-Entonces, ¿dónde se encuentra su residencia?

-En Amsterdam. Ahí es donde tengo mi hogar, aunque estamos pensando volver a Estados Unidos al menos durante una temporada.

-Porque, el paso del tiempo en el reloj biológico, ¿Lo nota?

-Estoy bien. La verdad es que no me siento viejo.

-Desde luego, por admiradoras no será porque cuenta con una legión interminable...

-(Risas) ¿Tú crees? No será para tanto...

-¿Es tan buen padre como profesional?

-Creo que sí pero eso solo puede saberse a ciencia cierta cuando cumplan dieciocho años y te digan algo sobre cómo los has criado.

-¿Se las apaña bien, con sus obligaciones laborales, para poder estar con ellos?

-Es que no suelo pasar más de diez días fuera de casa. Si no actuara de esta forma, carecería por completo de vida familiar. Aparte, son pequeños. Tienen seis y ocho años nada más.

-¡Qué rápido se hacen mayores!, ¿verdad?

-Mucho. Volvemos al tiempo pero es que se va pronto. Cuando tienes un niño enseguida se ponen a andar y, de ahí, ¡fíjate si crecen!

-¡Ya mismo los convierten a usted y a su mujer en abuelos!

-Todavía no (risas). Cuando toque sí, por supuesto pero déjame disfrutar de ellos primero. Cada año es un regalo.

-Hablando de regalos... Alguno de los relojes de Monègasque habrá caído, ¿no?

-(Risas) Claro. Me encantan. Para el hombre sirven de complemento. Son una extensión de ti mismo.

Además te diré que, con estos relojes, parece que las horas transcurren más lentas (risas).

-Luego está la elegancia personal para lucirlos que, en su caso, es más que evidente...

-Yo pienso que la elegancia no es solo un traje sino, más allá cómo se mueve una persona en la vida. A pesar de eso, a mí me gusta poner buen gusto en lo que lleve.

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