calle rioja

Un políglota en los Pinelo

  • Babel. Ramón Tamames presentó sus dos últimos libros, uno de Memorias, otro sobre China, en la Casa de los Pinelo, donde demostró su dominio del alemán, el chino y el ruso.

CONVIRTIÓ la casa de los Pinelo en una torre de Babel. Sin despeinarse, rozando sus 80 fértiles años, Ramón Tamames protagonizó en la Academia de Buenas Letras una insólita sesión académica. Presentó dos libros, uno muy personal, Más que unas Memorias, otro más colectivo, su visión de China, un país al que viajó por primera vez en 2010 para recibir un doctorado honoris causa por la Universidad de Asuntos Extranjeros de Pekín, pero que le empezó a fascinar cuando, haciendo en 1953 las milicias universitarias en la Granja de San Ildefonso, cayó en sus manos un libro sobre China de un autor francés.

Además de hablar un correctísimo español, que tampoco lo escribe mal hasta el punto de que ganó el premio Planeta con su novela Historia de Elio, Ramón Tamames se dirigió en un cristalino alemán a Kurt Grötsch, germano de cuna, decano de la cátedra China en la que participan un centenar de intelectuales en toda España. El economista se dirigió en chino a las dos estudiantes chinas que se encontraban entre el público de los Pinelo. Finalizada la sesión, Kurt Grötsch se quiso fotografiar con Tamames. Cuando éste fue informado de que la autora de la fotografía era ucraniana, empezó a entonar una canción rusa ambientada en aguas del Moskova.

Irrepetible, quizás incorregible, genial este Tamames que se intercambió su tarjeta profesional con el librero de Reguera, a quien preguntó cómo había ido la venta de sus libros. José Antonio Gómez Marín lo presentó como el primer ecologista, y él habló de colegas y ecolegas, palabra de su cosecha. No sólo habló en alemán, chino y ruso. También mostró su sutileza y enciclopedismo cuando le preguntaron Rafael Raya Rasero, que conoce China y publicó una novela titulada La pelliza mágica de Carlos Marx (se la presenté en el FNAC), y Manuel Filpo. Le dedicó un libro a Ignacio Medina, el duque de Segorbe.

Un padre, Miguel Ángel Llamazares, ingeniero de Caminos de profesión, colega de Juan Benet (finalista del Planeta), acudió con su hija, Marta Llamazares, a la que le presentó con orgullo paterno porque ella está estudiando chino. Al oír el apellido Llamazares, Tamames demostró no ser nada sectario. "Como el escritor". Tenía más presente al autor leonés Julio Llamazares que al médico Gaspar Llamazares, diputado en el Congreso y durante muchos años portavoz del grupo comunista al que en tiempos perteneció el propio Tamames.

Fue Enriqueta Vila, presidenta de la Academia de Buenas Letras, la que fichó a Tamames para que participara en esta doble sesión libresca. Ante la americanista, el autor tuvo un lapsus al hablar de las biografías que Salvador de Madariaga escribió de Colón, Cortés y Bolívar. "Si Hugo Sánchez la hubiera leído", decía de la de este último, "no lo habría puesto en ningún altar". Todo el mundo sabía que se refería a Hugo Chávez, que para Maduro y los chavistas ganó el Pichichi y la Copa Libertadores.

Arcadi Espada también se multiplicó en su paso por Sevilla. Sólo trajo un libro, En nombre de Franco, historia del heroico embajador que salvó a los judíos de Budapest. Libro que le presentó Carlos Herrera en la Fundación Cruzcampo. Espada le devolvió la visita y desde el hotel Las Casas de la Judería madrugó ayer hasta la calle San Fernando para intervenir como tertuliano en la matinal de Herrera. Y hoy repite como invitado en el programa televisivo de Manu Sánchez en Canal Sur.

Llegan a una ciudad que desmonta la Feria y se prepara para el Rocío. Una ciudad que hace de la calle su Facebook. En Santa Clara me cruzo con Antonio Franco, hermano del Buen Fin que conserva el dorsal del maratón de Boston, el más antiguo del mundo, que corrió en 2006. "Mi mujer estaba en el hotel donde denotaron el explosivo".

El señor de Sevilla no es Zoido ni lo fue Monteseirín. Dicho con todo el cariño del mundo y con todo el mundo de Cariño, bellísima población coruñesa con un cementerio para románticos. El señor de Sevilla es Juan Robles. En la calle Álvarez Quintero, por una ventana de la que fue casa de Ramón Carande (el 4 de mayo se cumple un nuevo aniversario de su nacimiento en Palencia) se asomaba la esposa de Robles. Y Antonio Burgos paseaba con Isabel Herce, su esposa, por Sierpes, junto a Robles Laredo, que cuando era Laredo sin Robles tenía enmarcados numerosos recuadros del reporter de Bami.

Es inconfundible su voz. Manuel Bernal camina con un colega por la calle Mateos Gago. Catedrático de Literatura, fue discípulo y amigo de Agustín García Calvo en su cátedra sevillana. Por la mañana, las colas daban la vuelta a la Catedral para subir a la Giralda. Teología de cruceros. Muy cerca, en la calle San Gregorio, estaba la Casa de la Provincia, la pensión en la que se hospedaron Antonio Miguel Bernal, de El Coronil, y Juan Antonio Carrillo Salcedo, de Morón. Sabios asequibles, pueblerinos globales.

En la misma calle Santa Clara por la que pasea el maratoniano, que no todo va a ser correr, me cruzo con David, de la oficina de Kiko Veneno. El 29 de mayo, en el Teatro Central, el andaluz de Figueras que llegó a Sevilla el año que se desbocó el Tamarguillo (1961) presenta su nuevo disco, Sensación térmica. Abanicos dos.

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