Vivir en Sevilla

El abordaje de un mito mediterráneo

  • Tres profesores de la Universidad de Sevilla lideran una estudio que revisa la figura de los piratas durante antigüedad

La palabra peirates surge en el siglo IV a. C. para designar a los bandidos que saqueaban costas y barcos a lo largo y ancho del mar Mediterráneo. El origen de este término está en el verbo peireo, que significa arriesgarse, emprender una acción. "Cuando uno se dedica a robar tiene que vender lo que consigue. La piratería tiene una faceta económica. De hecho, la palabra empresario procede de la misma raíz". De esta forma desgrana Alfonso Álvarez-Ossorio Rivas, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Sevilla, la etimología de la palabra pirata. Este docente es, junto con sus compañeros Eduardo Ferrer Albelda y Enrique García Vargas -ambos del departamento de Prehistoria y Arqueología-, el coordinador del libro Piratería y seguridad marítima en el Mediterráneo antiguo, editado por el Servicio de Publicaciones de la Hispalense. Esta publicación es un compendio de quince artículos de diferentes investigadores donde se analiza este fenómeno desde una doble perspectiva: la de los que la sufren y los que la realizan.

Los tres expertos reconocen que el fenómeno pirático existe desde que se tiene conciencia y sitúan su estudio desde comienzos del primer milenio antes de Cristo hasta el siglo V. Atendiendo a la literatura, Álvarez-Ossorio hace referencia a las obras de Homero, que están datadas en torno al siglo VIII a. C.: "La Ilíada comienza con el enfado de Aquiles con Agamenón porque le ha robado a Briseida, a quien han capturado en una razia en la costa". Sin embargo, los tres docentes coinciden en que ninguno de los héroes de las dos epopeyas se reconoce como uno de estos bandidos aunque se comporten como tales. "Los piratas son los enemigos. El concepto es un hecho de alteridad, es decir, sirve para definir al otro", sentencia Álvarez-Ossorio.

Aunque el fenómeno era generalizado, desde las costas sirio-palestinas hasta más allá del Estrecho de Gibraltar, los coordinadores de esta publicación distinguen varias clases de piratas. Uno de estos tipos se corresponde con el significado de la palabra griega katapultistes, que se utilizaba para denominar todo aquel que vivía del mar: "En el Mediterráneo había de todo, ofrecía todas las posibilidades", apunta Alfonso Álvarez-Ossorio. Un ejemplo de esta práctica lo componen los conocidos como naufragadores, pescadores que se acercaban a la costa con antorchas con el objetivo de confundir a los barcos para saquearlos. "Eran personas que pescaban todo lo que caía en sus redes. En el sentido más amplio de la expresión", apunta el profesor de Historia Antigua.

Pero estos bandidos no trabajaban sólo de forma individual, sino que, en algunos casos, existía una compleja organización. En esta situación se encuentran los estados piráticos, como el de la isla de Lípari, al norte de Sicilia; y las sociedades de los cilicios, en Asia Menor; y los etolios, en la Península Balcánica. Entre estos últimos, que se asentaron al norte de la península del Peloponeso, se popularizó el nombre propio Leistes, un termino griego, que también significaba pirata: "Es un nombre asignado a un determinado sector social", asegura Álvarez-Ossorio. Otra de las características llamativas de estos estados es su economía, que, en muchos casos, era redistributiva. Es decir, que el botín se depositaba en una caja común que luego se repartía en función de la capacidad militar y económica de cada individuo.

A estos piratas, hay que sumar los corsarios, es decir, los marineros que detentaban patentes de corso emitidas por las distintas ciudades-estado y los imperios de la época. "Hay constancia de esta práctica durante la Guerra del Peloponeso, que enfrentó a Atenas y Esparta", afirma Alfonso Álvarez-Ossorio; mientras que su compañero Enrique García Vargas menciona otro caso similar: el de las naciones que luchan para erradicar la piratería, pero utilizan los mismos medios que los saqueadores en los conflictos militares.

Uno de los paradigmas de la visión dual del fenómeno pirático que defienden estos docentes es la Roma republicana. "Los piratas consiguieron bloquear el suministro de grano a la Península Itálica e, incluso, quemaron una flota consular en el puerto de Ostia", narra Álvarez-Ossorio. Sin embargo, la intensidad de los ataques disminuyó enormemente cuando Pompeyo, en el siglo I a. C. recibe plenos poderes para organizar una campaña que erradique la piratería. El rival de Julio César por el control de la República tardó tres meses en realizar un encargo que tenía un plazo de tres años. Su táctica consistió en negociar con los saqueadores y, en muchos casos, integrarlos en la flota romana. En el polo opuesto está su hijo, Sexto Pompeyo, que fue considerado, en mayor o menor medida, un pirata romano. "Era aliado de Octaviano -futuro emperador Augusto-, pero al cambiarse de bando la propaganda lo tachó de pirata. Sexto Pompeyo no es menos pirata que Menodoro, que se pasa a la facción del futuro gobernante y es uno de los responsables de la victoria final de éste último", explica Alfonso Álvarez-Ossorio. Es un ejemplo de que el término pirata es un concepto ideológico para señalar al otro. Cicerón da otra muestra de esto en su obra La república, que recoge un hipotético encuentro entre Alejandro Magno con uno de estos bandidos. "Tú me llamas a mí pirata porque saqueo el mar con un barco y a ti, que lo haces con cientos de ellos, te llaman conquistador". Una cuestión de perspectiva.

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