Nervión sí que será un infierno

Fenerbahçe | sevilla · el otro partido

El Sevilla necesitará como nunca de sus aficionados para remontar una eliminatoria en desventaja en teoría, pero en la que el valor doble de los goles, como ante el Barcelona, puede ser determinante

Los futbolistas, erguidos, posan antes del comienzo ante un gran escudo del Sevilla.
Los futbolistas, erguidos, posan antes del comienzo ante un gran escudo del Sevilla.
Pablo Salvago

21 de febrero 2008 - 05:02

Aquello de los infiernos turco y griego es cada vez más un mito venido a menos. Son muchos y gritones, sí, pero poco más. Atrás quedaron ya esas sillas que volaban desde las gradas y las bengalas que caían como misiles al campo. Turquía es sólo ya un bonito país que visitar y en el que hay que tener más miedo de los timos del Gran Bazar que de la hinchada.

El Sevilla, rápido en ataque pero timorato en defensa, se encargó pronto de descongelar un infierno que se quedó mudo con el autogol de Edu. Medio trabajo hecho ya para las huestes nervionenses, dispuestas desde el inicio a sevillanizar un fortín que no caía desde hacía 36 partidos, ocho de ellos en Europa. Y siguió así, porque el miedo, psicosis o lo que sea de los de Jiménez en los balones aéreos, acabó por darle ventaja a los locales en la eliminatoria.

Sin embargo, bien sabe el Sevilla que esto de marcar goles en el campo contrario es casi mejor que el empate a cero. El Barcelona sacó provecho de un solitario de Henry para plantarse en los octavos de final de la Copa del Rey haciendo lo justo y sin ser, ni de lejos, superior a los nervionenses.

La anarquía propia del antiguo Imperio Otomano se fusionó con el desorden y desgobierno del fútbol brasileño del que ha bebido Zico. Así los espacios se multiplican en un equipo, que, además, está pidiendo un relevo generacional a gritos. Roberto Carlos, Alex, Baris, Kezman... En el minuto 75 la edad pesa, y eso, cuando en el Sánchez-Pizjuán tengan que lanzarse a tumba abierta, será un arma de doble filo de la que el Sevilla puede sacar tajada, porque tiene más gol que el Fenerbahçe, y sólo la presencia de San Demirel, que le quitó por momentos a Palop el sobrenombre -que también hizo acto de presencia-, impidió a los blancos traerse algo mejor.

Más preocupante es la reaparición de la psicosis a lo balones aéreos. Siempre hay algún jugador que estorba a Palop; siempre hay un contrario que remata solo; y un defensor que se queda clavado en el suelo en vez de saltar al despeje, un talón de Aquiles que conocen bien los contrarios para sacar el máximo provecho de las jugadas a balón parado. Pero si la prensa madrileña confía ciegamente en la remontada con un 2-1 en contra ante la Roma, con un 3-2 frente al Fenerbahçe no se hará menos aquí, en Sevilla, en Nervión, donde aún se recuerda un gol salvador de Makukula que empataba la eliminatoria con el Panathinaikos en el minuto 82, antes de que Adriano, en el 92, hiciese saltar en una explosión de júbilo La Bombonera hispalense.

Nervión, y no el Sükrü Saraçoglu, sí que será un infierno en una noche de Champions en la que, como si de una cruzada se tratase, los hispalenses tendrán que salir al ataque como nunca, pero con el apoyo de los suyos de siempre. De fieles incondicionales que harán conocer a los turcos el infierno.

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