SEVILLA F.C.

El día que el capitán tuvo los dos pies fuera

  • Iborra, con 7 goles en poco más de dos meses, encarna la rebeldía de la vieja guardia del vestuario

Iborra celebra con rabia el 1-2 anotado ante Adán en el derbi del pasado sábado.

Iborra celebra con rabia el 1-2 anotado ante Adán en el derbi del pasado sábado. / Pizarro

Si un jugador encarnaba con su salida al campo la reacción del Sevilla en el derbi del pasado sábado, ése era el de casi siempre. Vicente Iborra, sin cuerpo de revulsivo como podíamos idealizar ese tipo de futbolista capaz de cambiarle el ritmo a un encuentro y que durante años se ajustó a la de un delantero o extremo rápido, veloz y con el gatillo fácil, se ha convertido en el mejor exponente de la reacción del equipo de Sampaoli. No es, por su fisonomía, un Juan Sabas, pero cambió la historia del duelo de la máxima rivalidad y ha sido decisivo saliendo desde el banquillo en no pocos triunfos que hoy lucen en el haber de este equipo y los 52 puntos que suma en la tabla.

E Iborra, capitán con galones, no sólo se hizo respetar en el campo con su fútbol rotundo y de verdad, sino que en el vestuario supo dar las dos voces necesarias para poner firmes a sus compañeros tras una primera parte nefasta tirando a bochornosa. El valenciano, que tuvo no un pie y medio sino los dos fuera del club a dos días del cierre del mercado de verano, es hoy día quien mejor interpreta el papel de la vergüenza que expone cuando hay que exponerla la vieja guardia de un vestuario muy cambiante y que cada vez más está hecho a semejanza y gusto de Sampaoli. "Nadie creía en nosotros al descanso y lo que ha ocurrido ahí dentro nos ha hecho creer y de qué forma para levantar un partido en este estadio. Sabíamos que teníamos que tirar de orgullo y de amor propio porque la primera parte no reflejaba lo que somos", decía el bravo capitán aún caliente tras consumarse la remontada en el derbi ante el Betis.

6Partidos titular. En Liga sólo salió de inicio ante Betis, Málaga y Madrid y en Bilbao, Leganés y Pamplona

Y no sólo fueron esos dos remates a dos faltas sacadas por Nasri que helaron el Benito Villamarín, uno con gol de Mercado y otro con su firma ante Adán, sino que la sola presencia de su agigantada figura intimida a los enemigos y enarbola el ánimo de los compañeros. Iborra, con siete goles ya en esta temporada marcados todos en poco más de dos meses (desde el 11 de diciembre hasta la fecha del sábado), reivindica con rabia su peso en una plantilla que estuvo muy cerca de abandonar cuando había aceptado casi empujado por el club una jugosa oferta del Sunderland inglés. Todo estaba decidido.

Como las caras que en la tarde en la que un avión con la plantilla del Sevilla regresaba desde Hamburgo con otro símbolo (Coke) quedándose en tierra para firmar por el Schalke 04 no hacían imaginar ni por asomo lo que el destino les tenía preparado. Carriço, Vitolo, Iborra... incluso Sergio Rico... visualizaban un año duro -para ellos en lo personal y en la idea conjunta de mantener viva la llama de ese vestuario que había hecho historia en Europa tres años seguidos- para su supervivencia al mismo nivel que hasta entonces en un grupo que en aquellos días se antojaba peligrosamente argentinizado.

Iborra, que ya la temporada anterior había desoído una propuesta de la Premier League, un torneo en el que seducía su perfil físico y a la vez resolutivo, navegaba en un mar de dudas en los últimos días de agosto, mucho más cuando el propio club lo animó a emprender carrera en las Islas para que dejara sitio al centrocampista por el que todos suspiraban en verano, el canario Roque Mesa. Éste se ajustaba más al modelo de fútbol que buscaba el cuerpo técnico. Mesa o el valencianista Parejo eran preferidos a Iborra en la plantilla y llegó a estar todo acordado. Incluso el propio Monchi y también el presidente han reconocido públicamente que los rectores de Las Palmas se echaron atrás con los contratos redactados y cruzados para su firma. Fue, según la excusa canaria, la lesión de Javi Castellano la que hizo cambiar de opinión y aquello, indirectamente, tuvo su consecuencia en el futuro de Iborra, ya que el Sevilla tenía el cupo mínimo de futbolistas nacionales en la lista de la Champions, es decir, que si Iborra salía sólo lo podía sustituir otro jugador español.

Así, Iborra, también con los contratos de su operación con el Sunderland redactados y listos para firmar, fue cómo se quedó para hacer fuerza junto a Vitolo, Carriço o Pareja en esa vieja guardia que fue decisiva para ganar con conjuras internas partidos importantes, no sólo el derbi. Por ejemplo, la del descanso en el duelo ante el Lyon en el Sánchez-Pizjuán.

Hoy por hoy, el capitán (Pareja le cedió el brazalete en el descanso del derbi) es un jugador decisivo pese a haber sido titular sólo seis partidos de Liga (casi todos fuera de casa). Iborra está a dos goles de su mejor marca anotadora, los 9 tantos que sumó en todas las competiciones en la campaña 14-15 y en la 15-16. Saliendo como suplente cambió la faz del Sevilla en no pocas ocasiones, sobre todo en Vigo, con tres goles, pero también en Gijón al suplir a Nasri, en Las Palmas con la prolongación que habilitó a Correa para marcar, en el derbi con un gol y un remate decisivo... . Y como titular sobresalió en Pamplona, con dos goles y la anécdota de un autogol.

El gesto del cambio de brazalete dice mucho de Iborra con respecto a lo que pasó en el interior de ese vestuario en el descanso del derbi, pues aunque el valenciano es el primer capitán, en otros encuentros su salida al campo en el mismo minuto no motivó el cambio en la capitanía, como en Gijón, donde la mantuvo Carriço. Quizá que la misión era volcar el juego más lejos de Pareja y ahí era necesario tener a un capitán cerca de un árbitro apenas presionado en la primera mitad podía tener su valor. O quizá no. En cualquier caso, ante el Betis, como en otros tantos y tantos partidos, Iborra, el capitán que un día tuvo los dos pies fuera del club, se ganó a pulso el derecho de lucir el brazalete.

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