El futuro del sector agroalimentario europeo requiere nuevas soluciones
La Voz Invitada
Implicaciones de la UE para la sanidad vegetal.
Este pasado miércoles, 20 de mayo, fue la fecha elegida por la Comisión Europea para la presentación pública de su estrategia “De la granja a la mesa”, también conocida como “Farm2Fork”, sobre la que se pretende sustentar el futuro de la agricultura y la industria agroalimentaria comunitaria en los próximos años.
Si bien no se trata de un texto legislativo con una fecha establecida para su aplicación efectiva en el conjunto de la cadena de producción agroalimentaria de la Unión Europea, sino de un conjunto de propuestas sobre las que comenzar a trabajar hasta la aprobación de un acuerdo común, son varios los aspectos reflejados en ella que merecen de una considerable reflexión.
Más allá del momento elegido para su difusión, cuando los principales esfuerzos en el conjunto de la Unión Europea deberían estar dirigidos, en teoría, a contribuir a una salida lo más rápida posible de la pandemia provocada por el Covid-19, y a minimizar los considerables efectos de ésta sobre el conjunto de la población y, de forma específica, sobre aquellos sectores esenciales que han demostrado día tras día su compromiso con la sociedad, en ocasiones de forma heroica, lo que más llama la atención de esta nueva estrategia es la exposición de exigencias para el replanteamiento casi integral de un sector primario que, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, goza de un extraordinario reconocimiento fuera de las fronteras comunitarias.
Sin embargo, a veces nuestro riguroso sistema agroalimentario europeo parece no estar reconocido por sus propios dirigentes políticos.
En este sentido, no podemos ocultar que, desde nuestro punto de vista, esta nueva estrategia agroalimentaria se asienta sobre un error de concepto que afecta al resto de su planteamiento, y no que no es otro que el hecho de considerar que la única forma de actuar contra los efectos del cambio climático reside en redefinir radicalmente el futuro del sector agrícola tal y como lo conocemos hasta hoy, hasta el punto de llegar a comprometer su viabilidad real.
Asimismo, se echa en falta analizar los efectos que las medidas limitantes establecidas en la estrategia “Farm2Fork” tendrán no solo sobre el sector agroalimentario y su papel como generador de empleo, sino también en relación al abastecimiento y la seguridad alimentaria de la población en el conjunto de la Unión Europea.
Difícilmente es posible reducir en un 10% la superficie de cultivo o limitar drásticamente el uso de aquellos productos, previamente homologados, dirigidos a garantizar la adecuada protección y crecimiento de las cosechas, sin que esto repercuta peligrosamente sobre la accesibilidad de la población a unos alimentos que, si se ve afectado su volumen de producción, incrementarán su precio por el simple efecto del desequilibrio entre oferta y demanda.
Por todo ello, objetivos planteados como el de reducir un 50% el uso de productos fitosanitarios y exigir que un 30% de la agricultura sea ecológica en el horizonte de tiempo planteado, resultan cuando menos irrealistas, si al mismo tiempo se quiere mantener la productividad y competitividad agrícola europea. Las experiencias de algunos países que han planteado estas políticas en el pasado han mostrado su fracaso, por lo que es cuanto menos sorprendente que se vuelva a plantear, ahora para toda Europa.
Aunque resulte sorprendente tener que aclarar este aspecto en pleno año 2020, la innovación agrícola y la sanidad vegetal no pueden ser consideradas nunca como un problema, sino más bien como una parte fundamental de la solución para garantizar la satisfacción de las necesidades de alimentos de la población con un consumo de recursos mucho más eficiente y sostenible.
Tablero político
Por este motivo, desde Aepla únicamente nos gustaría solicitar algo tan sencillo, y al mismo tiempo lógico y coherente, como es la necesidad de que las decisiones que tenga que llevar a cabo la Unión Europea y los distintos Estados que la conforman, se basen exclusivamente en criterios técnicos y científicos imparciales, y no en los imprevisibles vaivenes de un “tablero político” en el que, si bien hoy toca abrir la partida con blancas, mañana es posible que lo más “adecuado” sea cambiar de enfoque y decidir jugar con las piezas negras.
Estamos encantados de que se haya abierto un proceso de debate y reflexión sobre un aspecto tan importante como es el presente y futuro de nuestra agricultura y de la cadena alimentaria que deriva de ella, pero siempre que este se base en el desarrollo de un análisis a partir de criterios objetivos, alejados de parcialidades y que vengan soportados únicamente por evidencias científicas libres de todo sesgo.
Seamos serios.
Con la comida (y el futuro de un sector tan imprescindible como es el agroalimentario y las personas que lo conforman) no se juega.
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