Atila, el azote de la lengua: de barbarismos y solecismos
SÍNDROMES EXPRESIVOS
Solo hay que aguzar el oído para disfrutar con las perlas idiomáticas de un nutrido grupo de adolescentes aferrados a su iPhone
Cuestionario: Pon a prueba tu parentesco lingüístico con el rey del Imperio huno
Allá por el siglo V de nuestra era, Atila se apoderó de decenas de ciudades en Europa y encabezó la invasión del Imperio romano. Según las crónicas de la época, fue tal el desprecio de estas hordas de pueblos bárbaros por la lengua y la literatura clásicas, que muchas zonas devastadas nunca volvieron a recuperar el esplendor cultural anterior al salvaje asedio.
El idioma se maltrató con una infinidad de omisiones, cambios fonéticos, lagunas expresivas y ruptura de las reglas de concordancia en la sintaxis. En definitiva, los hunos simbolizaron para siempre la aniquilación de los sistemas de comunicación humanos, en favor de un nuevo código lingüístico empobrecido por la falta de rigor.
En la actualidad, las aulas de este país (España) están ocupadas por un número cada vez mayor de seguidores de Atila. Como consecuencia, solo hay que aguzar el oído para disfrutar con las perlas idiomáticas de un nutrido grupo de adolescentes aferrados a su iPhone y enfrascados en conversaciones plagadas de barbarismos y solecismos. Ataques viscerales a la lengua española en forma de palabras con una pronunciación irregular y construcciones sintácticas carentes del menor sentido de la concordancia entre los sintagmas nucleares de la oración.
Ante tal solar expresivo, los docentes deben dedicar cada vez más tiempo en sus explicaciones a la aclaración de dudas ortográficas, derivadas de una articulación disparata, y alteraciones sintácticas. En líneas generales, podríamos agrupar los síntomas de esta desviación idiomática en dos grupos separados:
- Barbarismos: pronunciación y escritura incorrecta de términos. Los errores más frecuentes se pueden agrupar en estos subapartados:
- Cambio u omisión de sonidos: *idiosincracia, *preveer, *cónyugue.
- Confusión en los grupos consonánticos: *sujección, *trasportar.
- Estructuras incorrectas por el desconocimiento de significados: *infringir un castigo por infligir un castigo, *surgir efecto por surtir efecto o *guerrero aférrimo por guerrero acérrimo.
2. Solecismos: errores en la construcción de la frase por desconocimiento de las reglas básicas de concordancia y las estructuras gramaticales:
- Desconocimiento de la estructura impersonal del verbo haber: *Habían muchos soldados en el campo de batalla en lugar de Había muchos soldados en el campo de batalla.
- Dudas y cambios en las preposiciones o locuciones: *El emperador romano tachó como asesino a Atila en lugar de El emperador romano tachó de asesino a Atila.
- Errores de concordancia: *Atila pasó noches bastantes frías junto al río Tisza en lugar de Atila pasó noches bastante frías junto al río Tisza.
¿Se puede superar?
El síndrome de Atila no es exclusivo de adolescentes, por lo que todos alguna vez hemos honrado la memoria del caudillo huno. No obstante, este trastorno expresivo puede mitigarse de una manera fácil y, a la vez, complicadísima. Los profesores suelen recetar algunas rutinas de trabajo específicas, para que los seguidores del Imperio asiático modifiquen su conducta lingüística.
Así, son aconsejables las acciones siguientes:
- El alumno puede crear una lista de incorrecciones frecuentes y especificar en otra columna el tipo de error. Cada usuario de la lengua comete unos tipos de errores particulares, por lo que es necesario que reflexione sobre los mismos.
- Otro elemento de ayuda es la comprensión de las reglas gramaticales presentes en la lengua. Por ejemplo, la norma general de los sustantivos como adicción (adicto), reducción (reducto), aunque hay muchas palabras en este grupo que no siguen este modelo: discreción (discreto).
Consejo final: Cuentan que Atila afirmaba “las estrellas caen, la tierra tiembla, yo soy el martillo del mundo y donde pone mi caballo los pies no vuelve a crecer la hierba”. Pavoroso, ¿verdad? Ahora, querido pupilo, podrás hacerte una idea de lo que siente el débil corazón del profesor de turno, cuando retumban tus sentencias en los muros de la clase. Entre los hunos y los otros, vais a acabar conmigo. Vale.
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