Pena de muerte para la angula
Los pescadores del Bajo Guadalquivir reciben con estupor el decreto de la Junta que les condenará a la desaparición · La anguila, como antes el esturión, prácticamente ha desaparecido de un río turbio
El Guadalquivir baja turbio hacia su estuario y las angulas se asfixian en su intento de convertirse en anguilas río arriba. Barcas herrumbrosas pueblan las orillas, las de los pescadores que desertaron. Manuel Pazos, riachero a tiempo parcial, viñista y trabajador de hospital veraniego, guía hasta la orilla del río, donde un cementerio de coquinas de concha blanca. "Nos dicen que la turbidez viene de un microorganismo. Debe ser del tamaño de Godzilla para enturbiar de esta manera el agua. Me fío más de otra teoría de un biólogo que habla de una mina de cobre río arriba. Dicen que los riacheros hemos acabado con las angulas y ahora nos prohíben pescar. Pero esta mierda de agua no la hemos creado nosotros. Y eso, entre otras cosas, es lo que mata las angulas". Señala los lucios de Doñana, zonas que eran grandes lagos y ahora son una línea de arena en el horizonte. "Ese es el hábitat de la anguila". Un 88% ya ha sido destruido, según estudios oficiales.
Un informe de la Junta ha sentenciado a muerte la pesca en el río. Habrá una moratoria de diez años en los que se pretende recuperar la anguila, prácticamente aniquilada. La propia Junta reconoce que no sólo ha sido la pesca nunca regulada en barcos artesanos con mínimos navegables y redes como mosquiteras la que ha puesto fin a la especie. "Fue el muro que pusieron en Doñana", explica Pazos. La Junta coloca por encima de la pesca otros dos factores. El primero, los obstáculos que encuentra la angula para remontar el río. La segunda, después de varios estudios biológicos, la presencia de "organoclorados, metales pesados, mercurio y plomo".
En La Aspirina, de Trebujena, un bar donde los riacheros toman café antes de ir a una jornada que dura lo que dura la marea alta y cuyo resultado suele ser cero, conservan una foto de un antiguo esturión que los dueños del establecimiento, que nunca vieron uno, han sacado de internet. No hay esturiones hace cuarenta años. Hubo un tiempo que había caviar del Guadalquivir. "Eran como pequeños tiburones", dicen en el bar, pese a que nunca los han visto. Se lo han contado. Y había más. "Galápagos que se amontonaban en las orillas, los peces saltaban a los barcos, no había ni que pescarlos". Ahora lo que apenas queda es la angula, otro manjar que se vende a 1.300 euros el kilo en el norte. Aquí la angula es más barata. Los pescadores venden desde su cooperativa, Angulas de Trebujena, a 300 euros el kilo, aproximadamente.
El Litri es el restaurante de Trebujena que ha hecho un estandarte de la especie. Cada cazuela, con unos 60 gramos, hay que pagarla a 40 euros. Las hace al ajillo y existe el consenso de que sus angulas tienen algo especial. Y El Litri, junto a un recipiente de corcho blanco donde compiten en salto de altura 400 gramos de angulas transparentes, reflexiona sobre el futuro. "Nunca se reguló la pesca y se debería haber hecho. Pero la culpa no es de los pescadores, es de los que nunca se preocuparon ni por las angulas ni por el río. El río limpio nunca ha estado, pero ahora..." Se resigna a que desaparezca la angula, "pero yo no renunciaré. Es la seña de identidad. Litri fue mi abuelo y mi padre y Litri es mi hijo". Cuando empezó a hacerse cargo del establecimiento, en los años 70, "compraba las angulas a 150 pesetas el kilo. Ya sé que los tiempos han cambiado y todo sube, pero eran 150 pesetas..."
Pazos recuerda los buenos tiempos. Aprendió a pescar con su padre. Decenas de barcos se movían por el cauce final del Guadalquivir. "Había para todos. Yo he llegado a sacar 35 kilos de angulas y sacaba cinco o seis millones de pesetas por temporada. Ahora salgo y si saco 100 gramos, que son 25 euros, no he conseguido ni ajustar los gastos. El año pasado ganaría unos 2.000 euros en total..."
Hace quince años se contabilizaron 40 toneladas de angulas extraídas del río. El año pasado la pesca total ascendió a 300 kilos. Pazos se deshace en cuentas. "Vendería el barco. Pero quién va a comprar el barco para este río. Claro que lo vendería y lo mandaría todo al carajo".
Ese mismo enfado fue trasladado a la Junta hace dos semanas en la reunión que los 120 pescadores de Trebujena, Lebrija, Isla Mayor y algunos pequeños pueblos más de la ribera tuvieron con técnicos de Medio Ambiente. Lo que les dijeron los técnicos de la Junta dolió: por cada kilo de angula que cogen los riacheros se pierden tallas comerciales de las especies afectadas por un valor de 72.000 euros. En total, un valor al año de 71 millones de euros. Son boquerones, listas o sardinas que caen en sus persianas. Esta cantidad se sacrifica por un volumen de negocio que se estima en unos 90.000 euros, el de los riacheros.
"El informe es una chapuza. Midieron en enero y en julio. En julio no hay angulas, no se pescan angulas en verano", afirma indignado Pazos. "Cualquier riachero sabe que si coges angulas, que buscan el agua dulce, mezcladas con especies que buscan la sal del mar, es que algo no funciona. Lo que no funciona es que las angulas no tienen sitio ni hábitat".
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