Retirada

crisis socialista. elección de secretario general

Susana Díaz puso dos condiciones para aceptar ser secretaria general del PSOE: un apoyo amplio, sin oposiciones de dirigentes, y la permanencia en la Presidencia de la Junta Sus defensores mantienen que parte de Ferraz supo de ello y por eso lanzaron a 'Edu' Madina

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Juan M. Marqués Perales

15 de junio 2014 - 05:04

COMO Susana sabía lo que sabía, no apretó más a Alfredo porque él también sabía lo que sabía, y se portó bien con él". Un parlamentario andaluz nos va relatando lo sucedido la noche del 25 de mayo, cuando el PSOE se descalabró en las elecciones europeas y Alfredo Pérez Rubalcaba anunció una retirada que se hará efectiva el 26 y 27 de julio. Susana Díaz, la presidenta de la Junta, sabía por aquel entonces que el Rey iba a adbicar. Era eso. Susana Díaz sabía que el PSOE, el principal partido de la oposición, no se podía quedar en manos de una gestora durante el mes de junio, cuando se prevía el anuncio del Rey. Desde ese domingo, en el que la presidenta comenzó a recibir llamadas para que aceptase ser la nueva secretaria general del PSOE, hasta el martes pasado, cuando anunció su renuncia, se ha vivido una batalla soterrada entre la dirección de Ferraz y los partidarios de Susana Díaz.

Entre los consultados en Andalucía, hay quienes salvan a Alfredo Pérez Rubalcaba; otros, no, y le acusan de "traición". No se creen que Eduardo Madina haya volado solo en esta ocasión; acusan a Elena Valenciano de su lanzamiento y a Rubalcaba, de dejarlos o de facilitarles información. Muy grave. Un diputado nacional andaluz, que ha estado en casi todas las conversaciones, sostiene que la "traición" de Rubalcaba es sólo una "intoxicación" para justificar la retirada de Susana Díaz. No obstante, la habitual falta de arrojo de Madina hace pensar que su candidatura, que imponía un acuerdo amplio para sortear los estatutos del PSOE, contaba con nos cuantos padrinos.

El mismo parlamentario que comentaba al principio de esta crónica que "Susana lo sabía" concluye: "Esta vez, nos han ganado". No a la presidenta andaluza, pero sí a quienes querían que ella fuera la nueva líder socialista. Pero añade: "Nos hemos instalado en la inestabilidad, Susana podía haber unido, Alfredo la ha subestimado, y creo que se arrepiente".

Entre ese domingo y el lunes, pero también el martes, Díaz recibe muchas llamadas que le animan a dar el paso, pero presenta dos condiciones. La primera es que, si es así, si se lo piden ex presidentes de Gobierno y de comunidades autónomas y secretarios generales de otras regiones, quiere un "congreso de unidad", tranquilo, para que no se cierre como el de Sevilla de 2012, cuando Rubalcaba ganó por una veintena de votos a Carme Chacón. Aspira a un respaldo superior al 80%. Y segunda condición: sea como fuere, la presidenta debe quedarse en su puesto en la Junta. Al menos, durante un año, o hasta cuando Rajoy convoque elecciones. ¿Y cómo se compatibilizaría eso en el día a día? Ya se vería.

Susana Díaz, con 39 años, es una mujer ambiciosa, a ella la quieren en Madrid, pero ella también se deja desear, su índice corporal de masa política es casi del 90%. Varios patronos de la vía Susana transmiten a Alfredo Pérez Rubalcaba esas condiciones. Tenían que darse "las circunstancias". Este periódico ha hablado con dos de ellos. Uno mantiene que Rubalcaba usó esa información para traicionarlos; otro lo niega con rotundidad, y Rubalcaba desmiente la mayor: él no está detrás de la candidatura de Eduardo Madina. ¿Y Valenciano, su mano derecha, que podía saber de las exigencias de Díaz?

Susana Díaz sabe que argumentar a los andaluces su salida es un imposible. La comunidad autónoma ha tenido tres presidentes en cinco años, dos de ellos llegaron sin pasar por las urnas , y hace sólo nueve meses ella bautizó un "tiempo nuevo". ¿Y, ahora, coges la maleta y te vas, Susana? Eso es lo que le hubiesen dicho sus militantes, sus secretarios provinciales e, incluso, sus futuros votantes.

Por eso insistió: debo seguir siendo presidenta y, de presentarme, que sea por una necesidad. Una aclamación. Bueno, Díaz es inteligente, y concilió sus intereses y los de la Junta.

Pero hay algo cierto: no se podía permitir ni una derrota ni una victoria por los pelos. Así lo ejemplifica otro parlamentario: "Madina va al casino a jugar con fichas de plástico; si gana, se hace rico; si pierde, pierde fichas de plástico. Susana, sin embargo, va al casino, si gana, ha ganado, pero si pierde, pierde una fortuna porque es la presidenta de la Junta".

Y en esas deliberaciones anda la presidenta de la Junta hasta que ve cómo Eduardo Madina entra en escena, solicitando una elección abierta a los militantes. Una excelente petición para lanzar una candidatura. Las alarmas saltan en Andalucía. ¿Pero, bueno, esto no iba a ser un congreso de consenso? ¿Quién impulsa a Madina? Una cosa es Pérez-Tapia o Juan Fernando López Aguilar, y otra es Madina, amigo de Valenciano, miembro de la Ejecutiva federal.

A las pocas horas de que el diputado vasco propusiese este método, que hasta ahora es antiestatutario, Rubalcaba anuncia que va a realizar una consulta para comprobar sin tiene encaje. Quienes están con Susana Díaz entienden que ésa es la prueba de la traición. Un diputado consultado por este medio mantiene que fue testigo directo de cómo Rubalcaba se enteró, con asombro, de la decisión de Madina. Se decidió a consultar con los barones cuando oyó que el secretario de Organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, dijo que le sonaba "bien esa música". A Cornejo, en realidad, no le sonaba bien. Ni a nadie del propio aparato. Ni al propio Rubalcaba, que usa justo las mismas palabras de Cornejo: le "suena bien".

A partir de ese momento, las presiones se dirigen a Eduardo Madina. Los notables creen que ella es la única con liderazgo, la única salvaora. Quien habla con él es uno su padrinos originales: José Luis Rodríguez Zapatero. Le pide que no presente su candidatura, que no deje en mal lugar a la presidenta de Andalucía, que es lo único que tienen en el país, que será portavoz en el Congreso... lo que sea. Todo, menos lo único que él hubiese aceptado. Un pronunciamiento público de Susana Díaz a favor de su candidatura a las elecciones generales, lo que hubiese llevado al vasco a presentarse a las primarias del próximo mes de noviembre.

Pero Madina resiste. No lo hace el otro protocandidato, Pedro Sánchez, que le comunica que si ella se presenta, él dejará el proyecto político para el que ha estado preparándose durante los últimos dos años. Madina no se mueve. "Yo se lo expliqué a Susana, Madina no se iba a retirar antes de que ella diera el paso, debía ser Susana quien tomase la iniciativa, entonces Madina hubiera dado marcha atrás", explica un diputado nacional. Otro parlamentario andaluz contesta, al ser interrogado por ello: "Eso era imposible, si ella da el paso, ella pasa, otra vez a la historia, como la ambiciosa sin límites".

Ésta es una parte de la historia, pero hay otra mucho más cercana. La decisiva. Es Andalucía. Susana Díaz tiene a su alrededor un círculo de buenos asesores. Ella es la que manda, pero sabe oír. Es su secretario general técnico, Máximo Díaz Cano, su consejero de Presidencia, Manuel Jiménez Barrios, pero también otros colaboradores externos, personas que la asesoran desde empresas de comunicación que han tenido relación en el pasado o con los gobiernos de Chaves o con periódicos andaluces, gente muy sensata. Todos concluyen lo mismo: la explicación de la salida de Andalucía es casi imposible y, además, muy arriesgada. Todos le aconsejan que se quede en San Telmo, convoque unas elecciones, las gane; haga tan fuerte al PSOE andaluz como "columna vertebral" del federal y se plantee el salto a Madrid en otro momento.

Pero hay más. Un consejero de su Gobierno da fe de cómo, a la salida del Parlamento, camino del Pumarejo, varias mujeres saludaron a la presidenta con un "no te vayas a ir, ¿eh?". Al Palacio de San Telmo llegan cartas en este mismo sentido, y en el Rocío, el fin de semana pasado, mucho más de lo mismo. Díaz, que ha sido rociera siempre, estuvo con la Hermandad de Umbrete ante la figura de la Virgen del Rocío. Y vuelta a lo mismo: "Tú no te vayas a ir, ¿eh?".

Pero eso, lo del Rocío, fue el sábado y el domingo. El viernes por la noche, la presidenta había tomado la decisión de no presentarse. Se lo comunicó a Felipe González, a Griñán, a Luis Pizarro, y el sábado, a su consejero de Presidencia, Manuel Jiménez Barrios.

Pero no todo está hecho. Quizás haya una oportunidad. Rubalcaba es consciente de que necesita contar con una candidatura que asegure un buen congreso. Él no se ha opuesto a Díaz. Cita, para el lunes por la noche a la presidenta andaluza y al asturiano Javier Fernández. Hay quien opina que se trata de convencer a Susana Díaz; otros, que es para proponer que Fernández sea el aspirante. Sin embargo, la cena no se llega a producir. Susana Díaz se descuelga, no llega a montarse en el AVE, alguien, desde Madrid, le ha comentado que Eduardo Madina va a pedir en la reunión del grupo socialista la libertad de voto sobre la ley de abdicación. Otro aldabonazo indicativo de que seguía en la carrera.

De hecho, Madina llega a decirlo en los pasillos, pero se desdice. Su desconvocatoria de la cena sienta muy mal a Rubalcaba y a Fernández. Se acabó: al día siguiente, la presidenta lo anuncia en la Cadena Ser, se queda en Andalucía.

A partir de entonces, el PSOE cae en su estado propio de descontrol. Los secretarios regionales que han apoyado la candidatura de Díaz se sienten "huérfanos" y un tanto molestos; Pere Navarro dimite; Guillermo Fernández Varas pide más ceses, pero no el suyo; quienes la apoyaban en Madrid ven como el partido se aproxima a una catarsis descontrolada, mientras en Andalucía, el PSOE y el círculo de San Telmo suspiran con alivio.

En Ferraz hay ahora un temor. A un Sevilla 2, a que se llegue a un nuevo congreso como el de Sevilla en 2012, cuando Rubalcaba salió elegido por un mandato de cuatro años que no ha podido cumplir. Temen que Susana Díaz, o sus partidarios, aprovechen las posibles derrotas electorales socialistas para pedir un cambio de líder. El mayor peligro del PSOE no es el electoral, sino la desestabilización. Hay, incluso, quien está vendiendo en Madrid la necesidad de crear otro partido de izquierdas, alguien realacionado con una perdedora del proceso.

Díaz se retira para hacerse más fuerte mientras contempla el caos que le espera al PSOE si el nuevo secretario general es elegido por un porcentaje muy bajo de votos en la consulta del 13 de julio. Hay, incluso, quien mantiene que el congreso puede finalizar en una gestora si los delegados no refrendan el resultado de la consulta por vago e impreciso. Una segunda vuelta hubiera legitimado a un ganador con más del 50%, pero el próximo líder socialista, a lo peor, llega con un pírrico 25%.

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